viernes, 25 de marzo de 2022

Mas divagaciones poetico-filosoficas sobre la vejez, de nuestro compañero Antonio Aljuri Arciniegas.

 LA VEJEZ POETICA

“canas sonriéndole a la vida”.

“VIEJO ES QUIEN SE SIENTE VIEJO”

DIVAGACIONES

Por Antonio Aljuri Arciniegas, Santanderinos55

 

Con el paso del tiempo, de los años, vamos subiendo los peldaños de la escalera de la vida  que conduce a un mañana cada día. Es un concierto de esperanzas y de sueños anhelados, un mar de estrellas que tenemos a la mano. La paciencia viene en gotas y la prudencia es melodía.

 

Cada escalón es una escuela que nos enseña, que nos da sabiduría. Las cosas simples no existen, adquieren un matiz que las vuelve interesantes y se muestran  las arrugas, las estrías,  huellas imborrables del camino recorrido.

 

Cada peldaño es un ascenso para llegar más alto en la escala  funcional y es un balance activo de la vida, con sus mermas y ganancias, superávits, finalmente.

 

Llegaremos a la cumbre, cargados de experiencias y recuerdos imborrables, de vivencias y de escenas que agregan valor a los años transcurridos. No pasaremos el tiempo eludiendo realidades sino enfrentando retos como medio de lograr lo que anhelamos y deseamos tener a la vuelta de la esquina.

 

¿Que habrá más allá? un misterio insondable que nos reta a descubrir nuevos caminos para crecer el intelecto y escribir el libro de la vida que empezamos un ayer y que terminará en un mañana iluminado por un sol que nos dará la bienvenida.

 

La vejez es el comienzo del mañana, del mañana más allá de la ventana que alegres y sonrientes abrimos diariamente para recibir el sol de frente y continuar caminando hacia arriba, a la meta, aun lejana, que codiciamos alcanzar de madrugada, cualquier día en primavera de los años venideros.

 

Cada arruga, estría o surco, es una fuente de sabiduría, la que dan los años, los años bien vividos y los frutos alcanzados al terminar esta jornada. El cabello gris o blanco lo notamos día a día, es como una enseña, un pendón, ganado a pulso en el torneo de la vida.

 

Llegar a viejos es una meta, una conquista del empeño que ponemos conjugando años, salud, nutrimentos, valor y valentía; es un objetivo que lograremos de a poquito, sin prisa, con seguridad y mucho de osadía, ganas de vivir y disfrutando de los frutales de la vida.

 

 No le tememos a los achaques resultantes de un camino pedregoso, muy sinuoso, en el que cada piedra es un desgaste, un esfuerzo, una faena de rayos y centellas, tormentosa. La fuerza en la flaqueza es fortaleza, recurso que no muere en el que muere de viejo sin sentirse viejo.

 

¡A estas alturas de los años escalados, estamos madurando, todavía! ¡Somos optimistas, los cambios devenidos no han llegado a su punto de  dulzura, sabor de otoño, que da vida y fortaleza!.

 

El envejecimiento, o senescencia, es ley natural que cronológicamente no para, es dinámico y, en su transcurrir, surgen cambios morfológicos, fisiológicos y biológicos que pueden alterar el desempeño, la razón y la conciencia. Estamos viejos, pero no nos sentimos viejos. He ahí la filosofía de la vida productiva, bien vivida, sin excesos, que amplía la pantalla de los años por venir.

 

Quien en el Otoño de su vida se cree viejo, vencido, derrotado, pues pierde la intuición, la percepción sensible, se pone rancio, huele a viejo, tiene un estado emocional disruptivo (alterable), con arrebatos de ira y mal temperamento (irritable), se consuela vegetando y  se va  agriando, avinagrando, muriendo poco a poco.

 

El viejo derrotado, anclado, taciturno, cabizbajo, y afligido, solo espera, atormentado, el sonido de trompetas que anuncien la salida de un triste y lúgubre cortejo de deudos vestidos de negro azabache, como los negros ojos de la oscuridad más encendida.

 

Es saludable mantener la mente ocupada, pensando, meditando, produciendo y el organismo activo, dinámico, encendido. ¡NO nos sintamos viejos, Hay que huirle al pensamiento “ancla”, que inmoviliza, sedentariza, ata, fija y mata la iniciativa y el progreso!

 

Es tiempo de hacer ajustes y darle claridad al horizonte que se ve de lejos con destellos de estrella fulgurante, sin sombras, luz de día y animo prendido, mente abierta, siempre alerta.

 

“Se pone viejo el que se siente viejo”, quien pierde el gusto de vivir, la llama se le apaga, el corazón se ralentiza y la cuerda se le acaba antes de tiempo.

 

El envejecimiento al que lleguemos es función de cómo se haya vivido. Esta ecuación tiene sus incógnitas filosóficas individuales. Envejece bien quien quiere sentirse bien, ilusionado, agradecido de la vida que ha llevado. Es un trofeo que se logra al que bien se lo ha ganado. No aspiraríamos a una eterna juventud, pero si a una vejez de poesía, de alegría y melodía.

 

 

Nosotros seguiremos caminando entre luces y resplandores de la mente creativa, que a cada espina del camino le da forma de rosa, de la rosa de la vida, que no marchita y que, como el girasol, de cara al sol, va clamando por la vida, despertando en cada mañana de un mañana sin fronteras, limpio y claro, iluminado como el cielo despejado, de un azul tornasolado.

 

Recorrer la geografía de los años es valentía; enfrentarse a  los demonios de la envidia, la perfidia y la desidia, la inercia y la pereza, impenitentes, pertinaces, que nos quieren bajo tierra, esa tierra que a diario removemos para afincar, abonando, el árbol de la vida, frondoso y verde, que se yergue en la floresta de los años y que  regamos con rocío mañanero, gotas de agua condensada que mojan y refrescan los años ya vividos.

 

Las simientes han brotado y se han infiltrado los ríos familiares con el legado que dejamos de aguas cristalinas, de los afluentes que han nacido, aumentando el caudal de la familia, nuestra vida sensitiva, el camino a la cumbre de los años que, de blanco, bien vestida, nos espera y nos tiene serenata de violines celestiales y de coros angelicales, cantando alegremente.

 

Un día, cualquier día, llegaremos entre vítores, aplausos, serpentinas y confetis de colores al lugar ansiado, a la fuente de otra vida.

 

ANTONIO ALJURI

22-03-2022

 

La vejez no cornea al buen torero, aquel que sabe capotear el mal tiempo, sonreírle a la vida en todo momento y llegar a su destino con su traje de luces entre aplausos, ovaciones y ángeles cantando en señal de bienvenida.

Agradeceríamos una Respuesta al respecto, esto es, ¿qué debe hacer el buen Torero para que la vejez no lo cornee?

Torear bien seria…?

lunes, 14 de marzo de 2022

Añoranzas del Colegio de Santander. Antonio Aljuri Arciniegas nos sigue regalando con sus inspi radas remembranzas y sus filosoficas reflexiones llenas de optimismo y esperanza.

 UN RECUERDO DEL COLEGIO SANTANDER 

y su Entorno

AMAR LA VIDA

VIVENCIAS ADORMECIDAS DE UN BELLO DESPERTAR.

DIVAGACIONES LIBRES, SIN MUROS DE CONTENCION.

…………….

Todo gira en torno a la formación cívica, ética, moral y cultural recibida en el Colegio Santander. 

RECORDAR ES VIVIR

…………………

El buen recuerdo es alimento espiritual. Recordemos lo bello, lo que nos hizo hombres de bien, lo que nos facultó para progresar, lo que nos condujo por la senda del triunfo y nos permitió llegar a viejos, y ser más sabios, lo que nos dio felicidad y que será sustento del mañana a descubrir, fundamento de otros logros venideros, muy cercanos al umbral del “más allá”


Recordemos momentos vividos del Colegio Santander, refugio del ayer, fortaleza del Saber; sus aulas, que nos vieron aprender, cultivar el intelecto, progresar, y sus áreas deportivas que nos dieron la oportunidad de crecer, hacer ejercicio, jugar futbol, basquetbol, gimnasia en las barras paralelas y piruetas en las barras verticales.


Volviendo atrás, muy atrás, recordemos que un apéndice deportivo más del Colegio Santander fue el “Parque de los Niños”, que frecuentábamos casi a diario, escenario de deportes por sus canchas de Basquetbol, futbol, tenis, volibol y, mucho tiempo atrás, también, centro de juegos públicos.


Estos juegos públicos estaban localizados por el lado de la quebrada, del zanjón, entre las dos escuelas públicas, hombres y mujeres, con su resbaladero (en donde se lesionó la columna Alfredo Peralta, un amigo en común), carrusel, cadenas voladoras, machi machón y otros equipos que no alcanzamos a precisar.


Se requiere complementar lo ya descrito; se espera la contribución de los lectores de aquella hermosa época, epopeya del ayer.


En “el parque de los niños” había arboles de pomarrosas y Sarrapias, que sabíamos disfrutar en cosecha. Este sitio fue lugar, también, de estudio, al aire libre, para exámenes de los estudiantes del Colegio, vecinos del lugar. Eso hacíamos con devoción y disciplina.


En el centro geométrico del parque, se erigía la estatua de “José Antonio Galán”, punto en el que antes existía una antena de comunicaciones, estructura de hierro que tratamos de escalar muchas veces, de manera competitiva, pues era cuestión de habilidad y dominio de la altura (y de un peligro inmenso, desde luego). 


Para los fieles religiosos circunvecinos, se construyó una Iglesia, al borde del zanjón, del cual fue párroco el cura Angarita, energúmeno de ingrata recordación, pues nos mandaba la “chiva”, el carro de policía, por jugar basquetbol, algunas veces, a pleno Sol, sin camisa. En este furgón (chiva) fuimos llevados a la sede de la Institución, en donde nos liberaban enseguida, pues no hubo, por ello, un atentado a la moral.


En beneficio de la brevedad del relato, cuya fuente de datos es caudalosa, desistimos de continuar dándole cuerda al Recuerdo de un pasado muy feliz de la adolescencia, fuente inagotable de historias, aun claras, en la memoria remota de esos años. Si uniéramos relatos de todos mis compañeros, Santanderinos-55, tendríamos un libro de un valor sentimental inmenso.


Veamos otros ángulos de aquellos bellos tiempos:


Practicar el deporte fue una gran disciplina formativa en aquellas épocas del bachillerato. El estadio Alfonso López era la extensión deportiva del colegio por sus pistas de atletismo que nos permitieron competir, ganar medallas y lucirlas en el patio principal.


De esa vida de estudiantes guardamos en un cofre un tesoro de recuerdos, imágenes imborrables y experiencias que nos hacen revivir, tomar aliento, aspirar un nuevo aire, y seguir rompiendo el viento sin temores, de cara al sol que nos calienta y que nos da felicidad. ¡Qué tiempos aquellos, que buenos momentos! La vida es grata, ¡amamos la vida! ¡Eso es libertad!


Recordamos con satisfacción los trabajos de carpintería y encuadernación que debíamos ejecutar para adquirir destrezas manuales de “artes y oficios”, fuente, a la sazón, de ocupación profesional, si estas hubiesen sido las únicas oportunidades de trabajo laboral en aquellos tiempos de grata recordación, muy pocos lugares de trabajo para hombres y muchos templos que recibieron nuestra sentida ofrenda de oración


De las gestas deportivas, algo bien grato podemos mencionar: El ciclismo fue un deporte, un deleite, difícil de olvidar; la Corcova, Floridablanca, Piedecuesta, Los Curos, el puente del rio Pescadero, circuitos callejeros de Bucaramanga, la doble al café Madrid, la ida a San Andrés, vía Málaga, fueron metas que pudimos, con éxito, alcanzar.


En esos escenarios naturales nos vieron pedalear y, a veces, flaquear, empalidecer (me dio “la pálida”, se decía, a la sazón), y sufrir, sin claudicar.


En bicicleta de carreras competimos muchas veces, difíciles de creer y de contar. Muchos riesgos, caídas, y raspones a montón. Hasta “carro acompañante” tuvimos una de esas veces (ya lo recordará mi amigo de siempre, el patrocinador, dueño del vehículo) ¡Que fortaleza, qué arrojo, qué entusiasmo, qué ganas de vivir!


En el ir y venir de los sucesos, de los hechos consumados, de los logros alcanzados, las medallas recibidas y los premios que nos dieron, hicimos amigos y decimos con placer, con orgullo, con fruición, que tenemos amigos, muy amigos, compañeros de verdad, leales y sinceros, bachilleres del colegio Santander, estandarte de cultura y pujanza estudiantil.


Por fortuna, como fruto del destino, algunos muchachos de entonces, diploma en mano, tuvimos la visión y la suerte de ingresar a estudios superiores y escoger una de las carreras universitarias de la UIS (Universidad industrial de Santander), fuente del Saber, polo de desarrollo, estrella universal, centro de educación superior por excelencia del Oriente Colombiano.


En los claustros de la Universidad definimos nuestros perfiles profesionales, que fueron fuentes de trabajo y de ingresos económicos que posibilitaron nuestro desarrollo social, profesional y personal y que hoy, después de mucho esfuerzo, bordeando el Otoño de la Vida, nos permite mirar atrás y sentir orgullo de los logros alcanzados y los trofeos levantados.  ¡Que honor!


Atados al destino que nos guiaba, y que no nos soltaba, algunos bachilleres de ese tiempo, fuimos reclutados para cumplir el servicio Militar obligatorio, que prestamos en el MAC, en Bogotá. 


Allí, en el Batallón Miguel Antonio Caro, con vestido caqui y gorro, a diario, y de ceremonia, los domingos de salida, fuimos sometidos a un estricto régimen castrense, orden cerrado, disciplinas de combate, manejo de armas convencionales, clases de estrategia militar, que nos inculcaron valores patrios, y nos dieron fortaleza y habilidades físicas, como complemento, soporte, al bachillerato académico que acabábamos de hacer. 


A continuación, un tema difícil, filosófico: No es invento, es realidad, es lo que creemos: desde el día en que nacemos tenemos una ruta definida, un camino que nos atrae como hierro a un imán; es el destino que nos lleva de la mano, siguiendo una orientación que debemos afinar para ajustar su rumbo y llegar al paraíso de los sueños e ilusiones que anhelamos realizar.


Continuando por el camino señalado, del azar coloreado, origen divino que nos guía a un fin preestablecido, sin referencia, no conocido, fuerza sobrenatural que nos impulsa, que nos mueve hacia adelante adonde habremos de llegar, tejemos nuestras vidas con esmero y probidad, con vigor, con entusiasmo, con mucha fuerza y voluntad.


En procura del derrotero que nos marca, hemos caminado un largo trecho y sembrado en tierra fértil, cosechando los frutos del Saber y del Hacer, para lograr acceso a un nuevo amanecer, soleado, de verdor inusitado, más allá del horizonte celestial, de estrellas colmado y de ilusiones dibujado, con un camino de un solo final, el premio celestial, de una vida espiritual.


Después de caminar y caminar, aquí estamos, en el ahora, en el Otoño iluminado, fuente de vida, de sabia vital, con vistas al cielo, al que habremos de llegar.


SANTANDERINOS-55, a estas alturas del tiempo transcurrido, vale la pena, es saludable, amar la vida con todas sus fealdades, sus malos momentos, sus tristezas, sus dolores, sus caídas y sus puntos de inflexión.  


En el ejercicio de existir, de vivir, se han generado cambios de rumbo en muy buena dirección, hacia arriba, siempre arriba, y hemos llegado lejos, muy lejos, cerca del cielo, al otoño de la vida, ¡Gracias a Dios!

           

Así pues, a estas alturas de la vida, somos Águilas que vuelan bien alto en las cumbres del Otoño, camino al cielo que nos vio nacer y que nos verá llegar al portón de la vida espiritual que anhelamos abrir, de par en par.


Disfrutamos con deleite de esta evocación, de las reminiscencias que están grabadas profundamente en el corazón, que no se borran, no se empañan con el tiempo, son imágenes siempre claras en la mente, imposibles de olvidar, no se diluyen, no se opacan, están fijas, vivirán eternamente, más allá de los latidos que un buen día cesarán. 


En el ejercicio existencial, hemos bajado y hemos subido, hemos triunfado y padecido y hemos trabajado y disfrutado de los frutos del bosque que sembramos tiempo ha. Buena tierra, buena siembra, frutos dulces de cosecha, aromas de paz, canastas de rosas y otras flores de azahar.


Los altibajos que tuvimos templaron los aceros del carácter y nos dieron dimensión, fuerza mental y solo esperamos llegar a viejos, sin rencores, todo amores, ilusiones y deseos de vivir, sonriendo, alegremente, dulcemente, haciendo el bien, honrando el legado recibido, la preciosa heredad, la Virtud y la Nobleza.


En este Otoño de la Vida, vivir es un regalo, un don de Dios que disfrutamos de a poquito, por granitos, a góticas, con sabores de la vida en familia y sociedad y con la amada, siempre al lado, que nos ama, que nos ama de verdad. ¡Es el amor de otoño que cultivamos, día a día, en la granja conyugal!


Solo queremos llegar más lejos, a paso firme, sin temblores, mente clara, sin calima en la visión, a la curva del camino que conduce a un destino definido, al bien ansiado, allá en la cumbre más alta, que nos espera, para lograr la eternidad.


¡Adiós, amigos, mis amigos de verdad! Esperamos volver a vibrar en consonancia, a la vez, por muchas veces, todavía.


ANTONIO ALJURI

11-03-2022


martes, 1 de marzo de 2022

Enrique Cuadros Gomez: otro compañero que nos deja. A comienzos de febrero 2022 partio para la eternidad.

 Semblanza de Enrique Cuadros Gomez, por Victor Gabriel Martinez Carreño:

                                      ENRIQUE CUADROS GOMEZ

 

Bumangues. Fue mi compañero de estudios tanto en el Colegio de Santander como en la UIS. Su familia tuvo que hacer muchos esfuerzos para poder ofrecerle una buena educación y él siempre les correspondió siendo un buen estudiante. Aficionado a la historia y a los temas científicos. Sociable, temperamental y dado a disgustarse por pequeñas cosas. Su tía Alcira, era una cronista de temas sociales en “El Frente “de Bucaramanga. Aficionado al futbol. Se desempeñaba bien en el medio campo. También aficionado a las caminatas por el campo y al levantamiento de pesas. Entusiasta admirador de “Los Tolimenses”, cuyos programas radiales religiosamente escuchaba. El humor de estos servía para alimentar el suyo. Continuamente estaba trayendo a sus conversaciones los temas que les escuchaba.

 Metódico y ordenado en sus ejecuciones. Un buen profesional que desde temprano en su carrera se vinculó a empresas fabricantes de baldosines y se especializo en la manufactura de esta clase de materiales para uso tanto industrial como y doméstico. Tuvo su propia empresa pero sucumbió ante las presiones competitivas. Aficionado a la bohemia y algunas veces agresivo cuando participaba en ella.

 Contrajo matrimonio con Elsa Suarez una agraciada dama de una familia muy conocida dentro del gremio de los comerciantes bumangueses. En esta unión hubo tres  descendientes ,una hija y dos hijos, a quienes se esforzaron por hacer un legado de sus valores y ofrecer buenas oportunidades de educación. Por incompatibilidad de caracteres terminaron separándose y Enrique no volvió a contraer..

 Era alto, robusto y de complexión atlética, de cara grande y facciones bruscas en especial su nariz. Su frente era amplia y terminaba con un pelo negro ligeramente ensortijado. Su tez era trigueña. Sus ojos eran grandes y de mirada dubitativa. Caminaba con pasos largos no muy acelerados. Siempre vistió discretamente.

Poseyó un recio carácter y como buen santandereano fue dado a defender con vehemencia sus puntos de vista. Mantuvo siempre una buena relación con sus hijos y con el resto de su familia. Fue servicial con sus compañeros de estudios y cercano a ellos. Lo recordamos con aprecio. Acaba de fallecer después de un doloroso proceso que supo afrontar con ejemplar valor y estoicismo. Merece estar ya disfrutando en su nuevo ámbito de la paz y del sosiego que no siempre le acompañaron en este mundo.

Segunda parte de las Divagaciones poetico-filosoficas de nuestro compañero Antonio Aljuri Arciniegas

 Parte B

RECUERDOS, NOSTALGIA Y AÑORANZA

DIVAGACIONES

“Sentimos Nostalgia de las cosas que nos hicieron felices y ya no vuelven, son pasado”

 

 

No añoramos, ni sentimos nostalgia de los “malquerientes” que tuvimos del ayer, profundo y emotivo, que se pierden entre las brumas de épocas pasadas, que bien podrían ser los amigos del presente y, seguramente, del futuro, ¿quién lo sabe? El tiempo voló, los aires que corren ya son otros y no tienen el empuje de otros tiempos ni el filo que cortó profundamente en momentos de intensos sentimientos.

 

Los odios concentrados y los malos pensamientos del ayer, el rencor, la saña, la malquerencia, el encono o la antipatía, no resisten el paso del tiempo transcurrido y ceden al variar las coordenadas.

 

Hagamos un ensayo: pintemos en un lienzo, con los pinceles del presente, la representación del hoy  de cada uno de los sentimientos anotados; con seguridad la fealdad no será la que aparezca dibujada en cada uno de los cuadros ya pintados; seguramente no habrá recuerdos, se han borrado de la mente ; los odios y rencores y los otros sentimientos  perdieron efecto con el lente del hoy a las luces del pasado.

 

Otro contexto ha iluminado el raciocinio de una mente airada, para tomar mejores decisiones y estrecharle la mano a quien antes se hirió de pensamiento, palabra u obra, en épocas de rayos y centellas que, a lo mejor, llovían sin querer, pero hacían, daño. Eran épocas de juventud, de altivez y de impaciencia.

 

La espada esgrimida en otros años, puede ser la pluma que, en el hoy y en el mañana, escriba prosa poética y canciones y tonadas, alegres, sin temores, como el viejo trovador, el bardo, el vate, o el poeta renacido que recitaba poesía. Nos quedamos con la pluma que trasciende las fronteras, todo lo puede, es un poder universal.

 

Sonreír es una forma de vivir, de hacer amigos, en el otoño de la vida; la discusión no es una opción si tenemos convicción, fundamentos de razón y conocimiento de los temas que se ventilan en una reunión que entra en discusión con vientos de tormenta. La pluma y la sonrisa son cartas de triunfo en la baraja de la vida.

 

Sonriámosle a la vida en compañía de la amada, nunca ausente, a nuestro lado vigilante, protectora, amable, diligente, de los santos protegida; Dios la premie y la colme de alegrías, para siempre bendecida.

 

Las palabras afables, enmarcadas con sonrisas, abren puertas, traen resultados agradables, rostros risueños, alegres y contentos que siempre producirán los mejores resultados, los que unen y no dividen, para vivir en armonía.

 

Si hay consenso de fuertes argumentos que convencen, alegran los espíritus y calman las aguas que se insinúan peligrosas, ahora se aquietan, son aguas tranquilas, accesibles y se pueden vadear y llegar a la otra orilla, al otro lado y todos en paz, con alegría, sonriéndole a la vida.

 

Sin ver los fantasmas del pasado, que muy pronto se esfumaron, gracias a Dios, disfrutemos, entonces, del presente y bebamos el agua de la fuente que tenemos disponible, a nuestro alcance, y no de la acequia imaginaria que nos produce sed de un pasado que no vuelve, que no existe, que es una ilusión, o un desafío o una pesadilla en la enrevesada caminata de los sueños.

 

Si la Nostalgia nos recuerda bellos momentos y nos trae gratos recuerdos, caminemos, entonces, por la senda de los años transcurridos hacia el “pueblito viejo”, bajo la luz del cielo que un día nos vio nacer, pleno en la memoria, claro en la pupila, fuente de alegría, alimento espiritual en abundancia.

 

Nos envuelve la nostalgia de los viejos tiempos, de los pasos recorridos y los amigos que dejamos, amigos leales e inolvidables, amigos de siempre, de una sola cara, sin dobleces, que quedaron en el cedazo que agitamos y, por fortuna, aun presentes.

 

Hagamos exaltación de la Nostalgia, de las viejas canciones que destilaron torrentes sentimentales de otros días, cantemos melodías, música, baladas, y boleros de esos discos ya rayados por el paso del tiempo acumulado. Hagamos brindis de alegrías y evoquemos lindos momentos de la vida que ha pasado. ¡Recordar es vivir, volver a disfrutar lo ya vivido!

 

Ya es hora de parar en el ejercicio de esta prosa que calmó los ánimos de un alma inquieta y peregrina que no alcanzó la poesía, pues eran otros sus deseos y variados sus anhelos literarios.

 

Hasta luego, amigos míos, mis amigos de siempre, buenos amigos, leales y sinceros, que permanecen en mi mente y en el corazón de santanderino 55, muy contento y agradado de haber sido y seguir siendo su compañero de aventuras de otros tiempos.

 

Vendrán otras ideas, otras motivaciones, otra inspiración, para iniciar una nueva travesía y soñar y divagar sin límite en el tiempo.

 

ANTONIO ALJURI A

22-02-2022

Nostalgias o añoranzas? Entre poesia, prosa y filosofia, nuestro compañero Antonio Aljuri Arciniegas se expresa (parte 1/2)

 Parte A

RECUERDOS, NOSTALGIA Y AÑORANZA

DIVAGACIONES

“Sentimos Nostalgia de las cosas que nos hicieron felices y ya no vuelven, son pasado”

 

La nostalgia que germina en el Otoño, es recuerdo de un profundo sentimiento, es alegría, es sonido de harpas y violines que desgranan melodías con efluvios de tormento, son momentos de la vida que no vuelven, pero causan alegría al traerlos a la mente y se viven muchas veces en el hoy en el ayer y en el mañana.

 

La nostalgia es “dolor de hogar, de casa, de familia, de estudiante, de Colegio”, es un sentimiento de contento que bordea la tristeza por un recuerdo, una historia, una época, o una vida, que no vuelven, son lejanos.

 

Es sanativo, curativo, acudir a la nostalgia de hechos de juventud que cultivamos para siempre y dan sus frutos y sus flores y nos calman con un bálsamo que atenúa el sufrimiento que esta más allá de la alegría.

 

Hay nostalgia por algo que nos hizo felices y recordamos con algo de tristeza, pues no es posible editarlos en presente o en futuro programado; es el dolor de saber que hay experiencias que ya no pueden volver, es felicidad con un dejo de tristeza. Lo muy querido y recordado se hace inolvidable ¡Se siente o se tiene nostalgia por los buenos recuerdos del pasado!  

 

Nunca hay nostalgia por espinas en la vida ya corrida; lo triste no se recuerda con nostalgia.

 

Añoramos lo que hemos perdido, lo que hemos desestimado, que no tiene retorno; es algo así como “perder el tren” al que pudimos habernos subido.  Somos nostálgicos y disfrutamos el recuerdo de lo que vivimos hace tiempo.

 

No somos melancólicos. La Melancolía o Pesadumbre, en el otoño de la vida, es un estado de ánimo y tiene que ver con pensamientos tristes del presente que nos asaltan de repente y nos sumen en la tristeza, en la desesperanza, nos afligen.

 

La melancolía solo es propia de estados de abatimiento en los cuales se cae en la depresión con proyecciones de múltiples colores y diversos sabores, pero el negro prevalece, es tétrico y sombrío y sabe a feo.

 

Añoranza es una mezcla de tristezas, es tortura, algo que pudo ser y ya no fue, es doloroso, es el intenso dolor del ya no ser. Puede ser melancolía, cuando echamos de menos aquello que está lejos, que nos llena de tristeza, que se padece y se disfruta, al mismo tiempo, sin remedio, sin consuelo y solo algunas chispas fugaces de alegría.

 

La añoranza y la melancolía se confunden en momentos de Evocación. Añoremos de a poquito o nos pasamos y llegamos a la sima, al agujero, y agrietamos el recuerdo. Volver a la cima, a la alegría, no es tan fácil, se corre el riesgo de anclarnos en la melancolía depresiva. Añorar es pedir auxilio, clamar, por señas, un rescate, un lazo, un tirón, fuera del hueco.

 

Todos hemos perdido algo en la vida, es pasado, algo o alguien, que ya se fue pero que está en el libro de los recuerdos más dolidos, algo o alguien que hemos guardado en el cofre del tesoro más valioso, que podemos abrir y recordar, como terapia de un alma adolorida.

 

Nuestros padres, nuestros “viejos”, núcleo de la entraña más sentida, nos dejaron nostalgia de los muchos ratos a su lado bien vividos. Un legado que asumimos y defendemos al tenor de las circunstancias de recuerdos y enseñanzas que han calado muy profundo en nuestras almas, nostalgias de corazón adolescente.

 

Las nostalgias de otoño son tranquilas, son aguas que fluyen sin apuros, sin límite en el tiempo, de noche o de día, quedamente, cuando un sentimiento o pensamiento nos asalta de repente.

 

No hay que añorar la juventud que tuvimos, bello tesoro, álbum de recuerdos y grata nostalgia de tantas cosas bellas que aun vivimos, pues no la perdimos, la gozamos, a la usanza de los tiempos, en toda su extensión y compromiso.

 

Debemos, eso sí, valorar, en kilates, haber llegado al otoño iluminado, oro puro, con ganas de seguir transitando en esta vida, que nos ha dado todo, y que nos dará, al final,  el viaje hasta más allá del ocaso, donde se pierden las fronteras y nos espera el cielo que anhelamos.

 

Somos nostálgicos, recordamos con alegría. La nostalgia nos alegra, la añoranza, al contrario, nos entristece, nos doblega. No añoremos, vivamos de los momentos felices que abundan en nuestro libro de recuerdos consentidos, que translucen el buen genio, el buen humor y la armonía.

 

Añoramos lo que perdimos por ignorancia o negligencia o simple descuido, que nos privó de algo que hubiera sido útil, nos hubiera orientado o prevenido y que no supimos valorar, apreciar o dimensionar al tenor del contexto del pasado referido. Hoy nos duele no haber tomado el riesgo calculado.

Continua en parte B

 

ANTONIO ALJURI A

14-02-22