domingo, 5 de junio de 2022
Antonio Aljuri nos sigue compartiendo sus escritos inspirados en añoranzas santanderinas y en su arraigada fe. Gracias Antonio.
LOS MATICES DEL OTOÑO VERDIROJO
Honrando las Canas
Disfrutando del ayer
Todo momento en nuestra vida es susceptible de ponerle poesía, alimento espiritual, paz y alegría, para calmar las ansiedades que nos trae cada día. Así emprendemos este viaje estacional y estacionario del Otoño anaranjado matizado en primavera con destello rojo grana, carmesí.
Hemos llegado lejos, muy lejos en nuestra etaria travesía, por llanuras y montañas y por ríos y quebradas, madurando paso a paso y aprendiendo de experiencias de todos los colores y de música y de flores, de recuerdos de la “casa Solariega, de noble tradición, de ancestros que nos miran y nos otorgan protección.
Las Casas Viejas, techo de teja, paredes de tapia pisada, de grueso espesor, que nos vieron crecer, jugar y estudiar, con patios y solares muy hermosos, llenos de flores, de materas colgantes y árboles frutales, de granadas mandarinas, naranjas y limones, siguen siendo el recuerdo permanente de un pasado muy presente que queremos revivir.
Las fotos que tenemos de otros tiempos nos producen la nostalgia de los años que han pasado y en el alma se ha quedado, el recuerdo de retozos juveniles y paseos matinales los domingos y festivos, bien vividos, celebrados por las tardes en amenas reuniones, cantando en coro las más bellas canciones.
Vendrán tiempos de verano iluminado, de un mañana de dorada brillantez, que avistamos desde ahora como un blanco envejecer; que hermosa perspectiva llegar a esas alturas con ganas de vivir, con entusiasmo y alegría, al brotar un día soleado en un bello amanecer.
Con paso lento, sin afanes, nos acercamos a la meta de los sueños alcanzar, recorriendo el camino que aún nos falta por andar. Peregrinos si hay camino, y es largo, toreando los achaques de un canoso atardecer. Pero, debemos de saber que, pasada la tormenta viene la calma y la paciencia y después de la lluvia sale el sol que calienta, abriga, y tonifica, la vejez.
Aunque el tiempo nos encorve y nos impida un buen andar, con entusiasmo y buen aspecto, bien trajeados, pecho erguido, pañoleta al cuello y gemelos relucientes, zapatos bien lustrados, nos declaramos caminantes, peregrinos del camino que nos lleve al bien distante, al mismo cielo, paraíso del final al que “de gala” vestidos, entraremos, sin dudar.
Por etapas, sin pensarlo, poco a poco, lentamente, avanzamos a la meta de un dorado amanecer, que recorre el firmamento en un mañana por venir. Los matices del otoño son la guía hasta el final de este viaje tan hermoso que acabamos de empezar.
En esta etapa de la vida de matices verdirrojo y sonidos musicales, armoniosos, cadenciosos, abrigamos la esperanza de un mañana iluminado que por siempre brillará en nuestras almas juveniles plenas de gozo al despertar.
Poco a poco avanzaremos esperando una señal que vendrá tranquilamente, sin esfuerzo y sin pesar. Lo que hicimos hace tiempo se refleja en el andar que se tiene y se tendrá. Ya veremos lo que haremos, cuando llueva, cuando truene o salga el sol, pues somos fruto de nuestra propia creación.
Del verde de los años juveniles al rojo del otoño iluminado, anaranjado, qué matices, qué colores más hermosos que despiertan emociones que alegran de verdad. Seguiremos caminado y caminando sin cesar.
A vivir lo que nos queda, densamente, amablemente, pues nada nos arruga ni nos impide el bienestar, disfrutando los recuerdos del ayer, en familia, en Casa Materna” y su patio soleado, naranjos en flor, con los “viejos” del ayer, nuestra guía, luz que alumbra nuestra vida y nos orienta, nos sustenta y nos da fuerza y tradición.
Aun sentimos, recordando, el calor del fogón de leña y el olor de las arepas en el tiesto de arcilla en plena cocción, las melcochas bien blanqueadas con su hoja de limón, y el batidillo, bien dulce y anisado, que solíamos comer.
Con las canas bien notorias de los cabellos que aún nos quedan, alegres celebramos los cumpleaños familiares en compañía de la Amada, a nuestro lado, que nos ama, nos consiente, nos protege y nos anima y de los hijos que nos quieren, nos apoyan y nos dan su aliento sempiterno, con principio, sin final.
Recordamos, con deleite, con agrado, las aventuras que vivíamos en el círculo más cerrado de los muy BUENOS AMIGOS del Colegio Santander, amigos del alma, eternos compañeros, y en presencia de la imagen de la Virgen de la fe que se profesa, que nos socorre a cada instante y nos lleva de la mano hasta su casa celestial.
ANTONIO ALJURI
SANTANDERINO-55.
Peregrino y Soñador, Diletante Pensador.
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Gracias Antonio por compartir tu optimismo en esta etapa de la vida: "Seguiremos caminado y caminando sin cesar. A vivir lo que nos queda, densamente, amablemente, pues nada nos arruga ni nos impide el bienestar, disfrutando los recuerdos del ayer,..."
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