“La cresta magna del mañana
que soñamos”
Reflexiones
Dedicado a mis compañeros, los
“Santanderinos55”
Otoño en Primavera
Elucubraciones
mañaneras, divagaciones otoñales, difusas y rituales
Tímida composición poética
del género lírico.
¡Compañeros55, mis amigos:
Vivamos con vigor, con ganas e ilusión
en el mañana, así debe ser, con energía, en la franja etarea en la que estamos,
edad dorada, iluminada, sintiendo, percibiendo, con todos los sentidos, en la
onda de frecuencia modulada, con sonidos musicales de canciones de celeste
entonación, para los “Santanderinos55”, compañeros en acción, inolvidables,
perennes e infinitos.
Cultivamos Flores de primavera en el
otoño que vivimos, serenos y tranquilos, disfrutando del entorno familiar,
solariego, que nos rodea, nos cubre, nos envuelve y nos da abrigo.
Volaremos con la imaginación en las
alturas de la vida que aún nos queda y seremos caminantes de los bosques y
praderas que no vemos, ¡presentimos!, con su despliegue de cromáticos paisajes.
¡Seguimos en tierra, aun nos quedan largos
eventos por vivir y, cuando Dios diga, viajaremos al cielo que soñamos! Todo a
su tiempo, sin prisa y sin temores; hay vida, hay energía.
¡Que despegue sus alas la noble ensoñación
y que vuelen pensamientos y mensajes de ilusión! Son tesoros para guardar y
mañana recordar.
Ahora, divaguemos un poco: Es grato
elucubrar para crear y sentir y valorar el palpitar de las ideas que brotan
caudalosas, presurosas y creativas.
Así, ensimismados, salidos de la tangible
realidad, tomamos el sendero hacia la “cresta magna”,
la cuesta a coronar, muy cerca del cielo, que se pierde entre las nubes y
empezamos a soñar, a cavilar y a disfrutar del paisaje que ahora vemos.
Caminamos sin parar, reflexionamos.
Somos los “caminantes” que trepan la
montaña del mañana en el Otoño de la Vida, cultivando primaveras y esperanzas
venideras.
Caminando y meditando hemos llegado
lejos, muy lejos, hasta alcanzar la subida de la cuesta avizorada, al pie de la
montaña que se yergue poderosas en la mente creativa.
Con la nieve en los cabellos que aún nos
quedan, se incrementa la paciencia, nos atrae la bondad, la igualdad y la
modestia; ahora sabemos esperar para lograr lo que está escrito, no editable,
empero, alcanzable y perceptible, que llega por sí solo: el atardecer de “El
otoño iluminado”.
Ya no corremos, caminamos con pausas
paulatinas y labramos el futuro, haciendo del presente el mañana adelantado. Caminar
es un deleite, una exquisitez física, un manjar que se degusta despacito,
lentamente, una caricia, un esplendor, una frescura, una ambrosia que sentimos
y disfrutamos plenamente.
Caminando recibimos la caricia de la
brisa mañanera y el abrigo del sol del medio día; caminando nos llega la tarde
y seguiremos caminamos hasta que nos cubra el velo de la noche despejada y… soñemos
que soñamos. ¡Qué deleite!
Pensamos y pensamos, cavilamos,
seguimos caminando y, a lo lejos, divisamos una luz que nos atrae y con
hipnóticos poderes nos envuelve y emociona; son los reflejos del cielo que
entre brumas nos deja ver del infinito un universo de estrellas rutilantes y un
cielo azul que en las noches celebra su festival de luces y colores como un
reflejo del arco iris del futuro adelantado.
¿Es una visión o una realidad? De pronto, despertamos, ¿en dónde estamos? De
nuevo caminamos y gozamos recordando el sueño que tuvimos: sí, abrimos
brevemente el cofre del tesoro que guardamos y volaron mariposas de múltiples
colores.
Todos soñamos para aliviar o recrear
el pasado que tuvimos, grato o azaroso, lo que hubiera sido, que nos formó y
estructuró y, aquí estamos, con las espadas de lucha que nos dieron los años
transcurridos, con las penas que lloramos y los triunfos que tuvimos.
Somos viejos, el rostro se arrugó, la lozanía
marchitó y las fuerzas se mermaron, se menguaron, pero la voluntad creció, el
deseo de vivir se hizo más fuerte y nos armamos de valor y de coraje; no hay
faena difícil cuando se emprende y se ejecuta con amor y valentía.
Siempre vencemos los obstáculos, por
encima o por debajo o por los lados, flanqueando los puñales traicioneros de
envidiosos, desleales, insidiosos y falsos personajes del ayer que superamos.
Si, la fe en nosotros y el amor
celestial y terrenal que recibimos de Dios, de la amada y de la familia
solariega, nos han guiado por las sendas del progreso, andando por la tierra
abonada con trabajo.
Construimos, paso a paso, todavía, el
futuro que nos queda y, cada día, llenamos los espacios vacíos que debemos
descifrar, para vivir con deseos de vivir y de soñar.
Es el crucigrama de la vida, con
desafíos laberinticos, mitológicos, con acertijos aun por resolver, que debemos
idear, pluma en mano, sin declinar, a la luz de la “sabiduría de los años”,
un tesoro, por fortuna, a bien usar.
Es tiempo de bañarnos al sol de un
medio día, el pecho inhiesto, levantado, en un manantial de paz que nos
refresque, que nos aliente y fortalezca para trepar, cuando sea hora, esa “cuesta
magna” del mañana que soñamos y que, a lo lejos, se avizora y se vislumbra
majestuosa.
Algún día llegaremos, sí, cuando suene la
campana de partida y la salida a la caminata final, cuesta arriba, corta o
prolongada, en función de lo que hicimos y vivimos, de lo que merecemos o
paguemos por el bien o el mal que propiciamos. Al juicio final asistiremos y
llegaremos, no dudamos, al cielo que anhelamos.
A estas alturas de la vida, la
sensibilidad de los sentidos sufre alteraciones, hay falencias, muta, se
modifica, cambia, vemos con los ojos del alma, el gusto se refina y,
paradójicamente, la tolerancia se amplía, somos más comprensivos, más humanos,
más empáticos; las canas cobran significado y nos proveen de alternativas y
salidas, de “artilugios metafísicos” que estimulamos, practicamos.
La actitud mental, la mente abierta,
el poder de la mente sobre el cuerpo, el yoga y la meditación y la alquimia
espiritual, para lograr que algo que tenemos se convierta en un elemento valioso,
son espadas afiladas que esgrimimos a raticos en eventos retadores, activando
las alarmas cerebrales que estimulan las neuronas y producen resultados
somáticos visibles, sanadores; no seremos más viejos, seremos más sabios, más
holísticos.
Vamos poco a poco, meditando y
penetrando en la mente juguetona y caprichosa, insondable y misteriosa,
dominante, poderosa e inconsciente que nos mueve y entusiasma o nos aflige.
Así podemos decir como el pensante:
“solo a partir de mi mente puedo transformar el paraíso en infierno o el
infierno en paraíso” o como el sabio: “la mente es como el paracaídas… solo
funciona si la tenemos abierta”.
Animémonos y pensemos más, no decaigamos;
bebamos elixir de alegría que nos embriague de optimismo; ¡cantemos y soñemos!
Cultivemos primavera en el otoño. ¡Hagamos de la noche el día!
Tenemos la energía de la juventud mental y
espiritual, avancemos, caminemos. Si hay movimiento hay vida, hay ilusión,
hay alegría.
¡Seguimos en tierra, aun nos quedan eventos
por vivir y, cuando Dios diga, viajaremos al cielo que soñamos! Todo a su
tiempo, sin prisa y sin temores.
Hay vida, hay energía.
Elevemos la mirada al horizonte que fraguamos en la mente creativa y sigamos
caminando, avanzando y disfrutando del mañana adelantado que sentimos y
anhelamos, que soñamos.
Llegaremos un día, muy cercano, o muy
lejano; lo sabremos cuando se oiga el clarín que nos indique que ya empezamos
la cuesta del mañana que avistamos.
Escuchemos las notas magistrales de la
música de paz, de la vida sosegada, la serenata clásica en el balcón de los
recuerdos más queridos, al compás de los latidos del corazón entusiasmado y
solidario de la amada, la compañera de siempre, que nos ayuda, estimula y
fortalece.
Lo que vemos y sentimos, hoy en día,
en esta primavera del otoño al que llegamos, es el rayo de Luz que nos alumbra
desde lejos, desde el cielo que anhelamos, es la Epifanía, la “revelación”
indescriptible, la iluminación del mañana vislumbrado.
AAA. 18-10-2021
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