jueves, 21 de octubre de 2021

Antonio Aljuri nos dedica esta hermosisima e inspiradora exhortacion. Gracias estimado compañero!

 ODA AL FUTURO QUE AVISTAMOS

“La cresta magna del mañana que soñamos”

Reflexiones

Dedicado a mis compañeros, los “Santanderinos55”

Otoño en Primavera

Elucubraciones mañaneras, divagaciones otoñales, difusas y rituales

Tímida composición poética del género lírico.

 

¡Compañeros55, mis amigos:

Vivamos con vigor, con ganas e ilusión en el mañana, así debe ser, con energía, en la franja etarea en la que estamos, edad dorada, iluminada, sintiendo, percibiendo, con todos los sentidos, en la onda de frecuencia modulada, con sonidos musicales de canciones de celeste entonación, para los “Santanderinos55”, compañeros en acción, inolvidables, perennes e infinitos.

 

Cultivamos Flores de primavera en el otoño que vivimos, serenos y tranquilos, disfrutando del entorno familiar, solariego, que nos rodea, nos cubre, nos envuelve y nos da abrigo.

 

Volaremos con la imaginación en las alturas de la vida que aún nos queda y seremos caminantes de los bosques y praderas que no vemos, ¡presentimos!, con su despliegue de cromáticos paisajes.

 

¡Seguimos en tierra, aun nos quedan largos eventos por vivir y, cuando Dios diga, viajaremos al cielo que soñamos! Todo a su tiempo, sin prisa y sin temores; hay vida, hay energía.

 

¡Que despegue sus alas la noble ensoñación y que vuelen pensamientos y mensajes de ilusión! Son tesoros para guardar y mañana recordar.

 

Ahora, divaguemos un poco: Es grato elucubrar para crear y sentir y valorar el palpitar de las ideas que brotan caudalosas, presurosas y creativas.

 

Así, ensimismados, salidos de la tangible realidad, tomamos el sendero hacia la “cresta magna”, la cuesta a coronar, muy cerca del cielo, que se pierde entre las nubes y empezamos a soñar, a cavilar y a disfrutar del paisaje que ahora vemos. Caminamos sin parar, reflexionamos.

 

Somos los “caminantes” que trepan la montaña del mañana en el Otoño de la Vida, cultivando primaveras y esperanzas venideras.

 

En este tramo empinado de la vida al que arribamos, el camino que nos queda conduce hacia la cumbre, al infinito, a la dimensión del futuro en que pensamos, no cercano aun, eso esperamos, e imaginamos el dorado horizonte del “mañana”, en el presente.

 

Aquí, en el ahora, el tiempo se condensa en gotas de sabiduría. Hemos trasegado los caminos más diversos y bebido en las fuentes del conocimiento y la cultura. ¡Ya no corremos, caminamos!

 

Caminando y meditando hemos llegado lejos, muy lejos, hasta alcanzar la subida de la cuesta avizorada, al pie de la montaña que se yergue poderosas en la mente creativa.

 

Con la nieve en los cabellos que aún nos quedan, se incrementa la paciencia, nos atrae la bondad, la igualdad y la modestia; ahora sabemos esperar para lograr lo que está escrito, no editable, empero, alcanzable y perceptible, que llega por sí solo: el atardecer de “El otoño iluminado”.

 

Ya no corremos, caminamos con pausas paulatinas y labramos el futuro, haciendo del presente el mañana adelantado. Caminar es un deleite, una exquisitez física, un manjar que se degusta despacito, lentamente, una caricia, un esplendor, una frescura, una ambrosia que sentimos y disfrutamos plenamente.

 

Caminando recibimos la caricia de la brisa mañanera y el abrigo del sol del medio día; caminando nos llega la tarde y seguiremos caminamos hasta que nos cubra el velo de la noche despejada y… soñemos que soñamos. ¡Qué deleite!

 

Pensamos y pensamos, cavilamos, seguimos caminando y, a lo lejos, divisamos una luz que nos atrae y con hipnóticos poderes nos envuelve y emociona; son los reflejos del cielo que entre brumas nos deja ver del infinito un universo de estrellas rutilantes y un cielo azul que en las noches celebra su festival de luces y colores como un reflejo del arco iris del futuro adelantado.

 

¿Es una visión o una realidad?  De pronto, despertamos, ¿en dónde estamos? De nuevo caminamos y gozamos recordando el sueño que tuvimos: sí, abrimos brevemente el cofre del tesoro que guardamos y volaron mariposas de múltiples colores.

 

Todos soñamos para aliviar o recrear el pasado que tuvimos, grato o azaroso, lo que hubiera sido, que nos formó y estructuró y, aquí estamos, con las espadas de lucha que nos dieron los años transcurridos, con las penas que lloramos y los triunfos que tuvimos.

 

Somos viejos, el rostro se arrugó, la lozanía marchitó y las fuerzas se mermaron, se menguaron, pero la voluntad creció, el deseo de vivir se hizo más fuerte y nos armamos de valor y de coraje; no hay faena difícil cuando se emprende y se ejecuta con amor y valentía.

 

Siempre vencemos los obstáculos, por encima o por debajo o por los lados, flanqueando los puñales traicioneros de envidiosos, desleales, insidiosos y falsos personajes del ayer que superamos.

 

Si, la fe en nosotros y el amor celestial y terrenal que recibimos de Dios, de la amada y de la familia solariega, nos han guiado por las sendas del progreso, andando por la tierra abonada con trabajo.

 

Construimos, paso a paso, todavía, el futuro que nos queda y, cada día, llenamos los espacios vacíos que debemos descifrar, para vivir con deseos de vivir y de soñar.

 

Es el crucigrama de la vida, con desafíos laberinticos, mitológicos, con acertijos aun por resolver, que debemos idear, pluma en mano, sin declinar, a la luz de la “sabiduría de los años”, un tesoro, por fortuna, a bien usar.

 

Es tiempo de bañarnos al sol de un medio día, el pecho inhiesto, levantado, en un manantial de paz que nos refresque, que nos aliente y fortalezca para trepar, cuando sea hora, esa “cuesta magna” del mañana que soñamos y que, a lo lejos, se avizora y se vislumbra majestuosa.

 

 Algún día llegaremos, sí, cuando suene la campana de partida y la salida a la caminata final, cuesta arriba, corta o prolongada, en función de lo que hicimos y vivimos, de lo que merecemos o paguemos por el bien o el mal que propiciamos. Al juicio final asistiremos y llegaremos, no dudamos, al cielo que anhelamos.

 

A estas alturas de la vida, la sensibilidad de los sentidos sufre alteraciones, hay falencias, muta, se modifica, cambia, vemos con los ojos del alma, el gusto se refina y, paradójicamente, la tolerancia se amplía, somos más comprensivos, más humanos, más empáticos; las canas cobran significado y nos proveen de alternativas y salidas, de “artilugios metafísicos” que estimulamos, practicamos.

 

La actitud mental, la mente abierta, el poder de la mente sobre el cuerpo, el yoga y la meditación y la alquimia espiritual, para lograr que algo que tenemos se convierta en un elemento valioso, son espadas afiladas que esgrimimos a raticos en eventos retadores, activando las alarmas cerebrales que estimulan las neuronas y producen resultados somáticos visibles, sanadores; no seremos más viejos, seremos más sabios, más holísticos.

 

Vamos poco a poco, meditando y penetrando en la mente juguetona y caprichosa, insondable y misteriosa, dominante, poderosa e inconsciente que nos mueve y entusiasma o nos aflige.

 

Así podemos decir como el pensante: “solo a partir de mi mente puedo transformar el paraíso en infierno o el infierno en paraíso” o como el sabio: “la mente es como el paracaídas… solo funciona si la tenemos abierta”.

 

Animémonos y pensemos más, no decaigamos; bebamos elixir de alegría que nos embriague de optimismo; ¡cantemos y soñemos! Cultivemos primavera en el otoño. ¡Hagamos de la noche el día!

 

Tenemos la energía de la juventud mental y espiritual, avancemos, caminemos. Si hay movimiento hay vida, hay ilusión, hay alegría.

 

¡Seguimos en tierra, aun nos quedan eventos por vivir y, cuando Dios diga, viajaremos al cielo que soñamos! Todo a su tiempo, sin prisa y sin temores.

 

Hay vida, hay energía. Elevemos la mirada al horizonte que fraguamos en la mente creativa y sigamos caminando, avanzando y disfrutando del mañana adelantado que sentimos y anhelamos, que soñamos.

 

Llegaremos un día, muy cercano, o muy lejano; lo sabremos cuando se oiga el clarín que nos indique que ya empezamos la cuesta del mañana que avistamos.

 

Escuchemos las notas magistrales de la música de paz, de la vida sosegada, la serenata clásica en el balcón de los recuerdos más queridos, al compás de los latidos del corazón entusiasmado y solidario de la amada, la compañera de siempre, que nos ayuda, estimula y fortalece.

 

Lo que vemos y sentimos, hoy en día, en esta primavera del otoño al que llegamos, es el rayo de Luz que nos alumbra desde lejos, desde el cielo que anhelamos, es la Epifanía, la “revelación” indescriptible, la iluminación del mañana vislumbrado.

 

AAA.     18-10-2021 

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