Mi estimado Fidel Francisco:
Estupendo tu discurso. Magníficas las fotos. Maravillosa reunión. Es como si hubiera estado allí. Confío en que habrá nuevas reuniones de Santanderinos 1955. Un gran abrazo.
Enrique
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Asociación Colombiana de Ingenieros Industriales ACII
On Oct 26, 2015, at 21:17, Fidel F. Rueda <fidelefe@hotmail.com> wrote:
Mi estimado Enrique:Atendiendo su solicitud, con mucho gusto le envío un par de fotos del la reunión de Bucaramanga y las palabras de bienvenida.Esta mañana conversé con Carlos Santander que estaba de paso en Bogotá y prometió enviarme, cuando regrese del viaje, el discurso que el pronunció para dar inicio al encuentro de este año. Tan pronto lo reciba se lo enviaré.Tanto la reunión del viernes como el paseo del sábado resultaron excelentes. Realmente los organizadores se lucieron.Le deseo una buena semana.Fidel Francisco.Queridos compañeros y sus señoras esposas:Ante todo quiero expresar mis agradecimientos muy sinceros a los organizadores de este encuentro para celebrar los sesenta años de bachillerato, y de aquel almuerzo de despedida que nos ofreció el colegio en el Venado de Oro, en el cual departimos y vimos por última vez a varios profesores y a los primeros compañeros que emprendieron el viaje sin retorno. También quiero hacer un reconocimiento especial a Guillermo Espinel, porque él fue quien hace diez años propuso realizar aquella reunión que con tanto agrado recordamos y que dio origen a las que se hicieron después.Bienvenidos todos ustedes a disfrutar esta noche y mañana de unos momentos inolvidables al asomarnos por la ventana de la nostalgia para evocar un pasado feliz, porque la ocasión es propicia.Fueron seis años inolvidables durante los cuales todos íbamos al colegio a beber en las fuentes del saber, porque teníamos en la mente el propósito de esforzarnos al máximo para llegar a la meta que era ser bachilleres. Era ese el anhelo más grande no sólo de nosotros; también lo era de nuestros padres.Y mientras dejábamos atrás los años de la niñez para convertirnos en jóvenes llenos de esperanzas, sin darnos cuenta fuimos formando lazos de amistad con nuestros condiscípulos y al coronar la cima que tanto anhelábamos nos dimos cuenta que con el saber también habíamos ganado un grupo de amigos verdaderos, amigos sinceros, amigos desinteresados.Ya han transcurrido sesenta años desde aquel dichoso día. Son muchos años; cinco lustros durante los cuales han sucedido muchas cosas que posiblemente han asimilado, quizá sin darse cuenta, quienes se quedaron en Bucaramanga y posiblemente los que pronto regresaron; pero quienes hemos permanecido lejos durante todo este tiempo, al volver hoy para reencontrarnos con quienes compartimos tantos momentos de alegría y ver la realidad, sentimos la misma nostalgia del niño que siempre anheló tener un triciclo y una noche soñó que le habían regalado uno con el cual jugó feliz todo el día y al acostarse lo dejó cerca de su camita. Ya pueden ustedes imaginar cuán grande sería la nostalgia de ese niño cuando al despertar con la intención de seguir jugando con su triciclo se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Exactamente eso es lo que hoy sentimos muchos al regresar a Bucaramanga.Porque ya del colegio, nuestro querido colegio, es muy poco lo que queda. Del edificio sólo se conservan el patio principal y en los corredores unos salones vacíos. Ya no están los pupitres y los tableros, ni las canchas, ni la biblioteca, ni los laboratorios, ni la carpintería, ni la capilla; tampoco están los profesores, ni los estudiantes, ni el señor Jerez, el portero que durante seis años tocó la campana para entrar al colegio y para salir jubilosos al recreo. En el patio colindante con la capilla, donde decían que había un depósito inmenso de agua, hoy se pueden ver los vestigios de unas bóvedas similares a las que rescataron debajo de un salón contiguo a lo que fue el laboratorio de física, y otras detrás de donde funcionó la cocina. Es posible que estas excavaciones las hayan realizado tratando de encontrar el túnel que según decían comunicaba el colegio con el convento de las Hermanas de la Presentación.Tampoco el Parque del Centenario es el mismo. Ya no está Luis, el vendedor de paletas, con sus “rebuchinas”, ni Ernesto Avilés, “Cosmopolita”, con sus turrones envueltos en papel periódico, ni la negra Urania, ni el Café Centenario, ni las estaciones de carros de plaza, ni la Biblioteca del Departamento adonde íbamos a preparar algunas tareas, o simplemente a leer los clásicos, ni Copetrán que fue el sitio de donde partimos de Bucaramanga, después de echar la última mirada a lo que fue nuestro querido Colegio, quienes no teníamos la posibilidad de hacerlo en avión.Tampoco Bucaramanga es la misma. De los parques lo único que queda igual son las estatuas; algunos han sido remodelados y en general los árboles que conocimos ya fueron reemplazados por otros. Ya no están las librerías donde comprábamos los textos de estudio, ni la papelería de don Francisco A. Páez. De los teatros que conocimos no queda ninguno; las calles casi todas son diferentes; las casas de nuestros padres fueron demolidas, unas para hacer edificios y otras convertidas en locales comerciales. Ya no están nuestros vecinos, ni los amigos de la cuadra, porque la destrucción paulatina pero inclemente ha generado otra ciudad. Cuanto diéramos por regresar a la Bucaramanga de nuestra juventud y sentir como sienten los provincianos que vuelven a sus pueblos y los encuentran con los encantos de siempre.¿Qué queda entonces? Recuerdos, y lo más valioso: este puñado de amigos, amigos del colegio, y por eso creo que esta noche estamos aquí y mañana de paseo, más que para conmemorar los sesenta años de bachillerato, para disfrutar de unos momentos inolvidables con estos amigos del alma, amigos del corazón, amigos de la vida. Volver a verlos, volver a encontrarlos es un motivo más que suficiente para estar reunidos hoy en este recinto.Disfrutemos al máximo de esta noche y del paseo de mañana, porque esta es la última oportunidad de vernos todos los aquí presentes.Pasado mañana ya no estaremos porque mañana, al terminar el paseo, nos despediremos y muchos partiremos el domingo a primera hora con el ánimo de llegar a cumplir con el deber ciudadano de sufragar en el lugar de residencia.Y mientras nos alejamos de Bucaramanga es posible que en medio de la nostalgia pensemos que esta puede ser la última reunión y entonces tendremos que repetir con Juan Ramón Jiménez:Yo me iré. Se quedarán los pájaros cantando;y se quedará mi huerto, con su verde árbol y su pozo blanco.Todas las tardes el cielo será azul y plácido;y tocarán como esta tarde están tocando,las campanas del campanario.Se morirán aquellos que me amaron;y el pueblo será nuevo cada año;y en el rincón aquel de mi huerto florido y encaladomi espíritu errará, nostálgico….Y yo me iré; y estaré solo, sin árbol verde,sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido……y se quedarán los pájaros cantando.Fidel Francisco Rueda S.2015.10.23
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