martes, 5 de junio de 2018

Historia de la Universidad Industrial de Santander UIS: Los anos Fundacionales 1948 - 1962

Los años fundacionales de la UIS

(1948  -  1962)
Por Victor Gabriel Martinez Carreno, Ing. Quimico UIS 1960
La Universidad Industrial de Santander, una utopía propiciada inicialmente por un puñado de visionarios gestores, Mario Galán Gómez, Jorge Orduz Ardila, Jorge Sánchez Camacho, Alejandro Ariza Acevedo, Alejandro Galvis Galvis, Rafael Ortiz González, Elías Durán López, Luis Enrique Figueroa, Leonardo Ballesteros, Enrique Becaria y Luis Castellanos Tapias, todos ellos gobernantes o legisladores entre 1940 y 1948, y apoyada también por el rector del Instituto Industrial Dámaso Zapata, el ingeniero industrial español Julio Álvarez Cerón, quien a comienzos de 1947 se encargó de definir la misión y redactar el estatuto orgánico de la institución, a quienes se unieron diez y nueve estudiantes, Heriberto Arias Aponte, Hernando Ariza Páez, Víctor Bacca Soto, Francisco Casadiegos Peinado, Luis Daniel Chacón Plata, Alfonso Franco Silva, Álvaro Garzón Palacino, Héctor Gómez Vargas, José Gutiérrez Leguizamón, Antonio Medina Albarracín, Jorge Emiro Montaño Cabiedes, Alirio Navarro Paredes, Hugo Navas Gómez, Rafael Peinado Royero, Jaime Pradilla Sorzano, Alfonso Ramírez Pinzón, Eduardo Torres Sanmiguel, Álvaro Villabona Abril, Julio Villamizar Ayala, y unos pocos profesores para convertirla  en una realidad a partir del 1º de marzo de 1948, ha alcanzado la mayoría de  edad y se encuentra próxima a celebrar  siete décadas de existencia convertida en una entidad de categoría nacional e internacional que ha formado más de 70.000 egresados que se desempeñan en todo el mundo y ofrece a 24.000 estudiantes repartidos en cinco sedes, Bucaramanga, Barrancabermeja, Málaga, Socorro, Barbosa una amplia gama de disciplinas humanísticas, sociales y científicas.
La universidad tecnológica que existió en los primeros años ha dado paso a una entidad de mucha mayor amplitud y profundidad con la creación de nuevas disciplinas médicas, sociales y de derecho. Sin embargo, este vertiginoso desarrollo no hubiera sido posible sin que durante lo que yo llamo el periodo fundacional, ese que va desde 1948 hasta 1962, se hubieran sentado las bases para este gran salto hacia adelante. A ese periodo es al que deseo referirme en esta publicación, porque considero que no se le ha otorgado la importancia que se merece y porque además todos los que en él participaron, estudiantes, profesores, rectores y personal administrativo, tampoco han recibido el reconocimiento que se merecen.
Para empezar, situémonos en la Bucaramanga de 1948, una ciudad de provincia, capital de un departamento de economía agrícola y ganadera, precariamente industrial y carente de tradición universitaria, para entender la magnitud del reto que tenían por delante quienes se lanzaron a esta arriesgada gestión. Aun lo más simple resultaba difícil, pues se contaba con limitados recursos financieros, se carecía de instalaciones, de profesorado y, todavía peor que lo anterior, de estudiantes. Nicanor Pinzón Neira, su primer rector, un distinguido guapoteño, guanentino e ingeniero civil de la Universidad Nacional de Minas de Medellín, fue quien tomó las riendas de este aventurado proyecto y tuvo necesidad de desplegar el talento casi propio de un prestidigitador para reclutar a esos diez y nueve estudiantes, muchos de ellos atraídos por el incentivo de unos auxilios económicos pagaderos a largo plazo, con quienes, rigurosamente vestidos de saco y corbata, se inició el primer curso.
Encontrar un espacio físico adecuado también significó un problema mayor, por carencia de edificios apropiados y por factor presupuestal, escollos que finalmente fueron superados cuando se tomó en alquiler una casona junto al estadio departamental, cuyo tamaño permitía acomodar salones de clase y habitaciones para los estudiantes de provincia. Con respecto a este primer lugar existen historias divertidas, pues tenía antecedentes como sitio de lenocinio y fue frecuente que en los primeros tiempos acudieran allí en la noche antiguos clientes en búsqueda de diversión, a quienes los estudiantes que se alojaban en sus instalaciones tuvieron que explicarles el cambio de destinación del inmueble. Cabe también destacar que en esa época algunos de ellos eran también detectives a sueldo, provistos de armamento oficial, y que una de las condiciones para acceder a los auxilios, era tener carnet de afiliación al partido conservador (Camacho Caro, 2014).
Contratar a los profesores tampoco fue asunto fácil y al comienzo hubo necesidad de acudir a la buena voluntad de algunos distinguidos profesionales santandereanos, Alfonso Penagos Mantilla, Hernando Pardo Ordóñez y Lelio Martínez Villalba (Martinez Villalba, 2014), entre otros, para que colaboraran en la estructuración de las facultades de Ingeniería Mecánica, Eléctrica y  Química, y se desempeñaran como sus primeros decanos, y luego fue preciso obtener la colaboración de profesores del Dámaso Zapata, del Colegio de Santander, del San Pedro Claver y de profesionales de algunas de las pocas compañías industriales establecidas en la ciudad, Bavaria y Cementos Diamante principalmente, para que  dictaran clases en la naciente universidad con remuneraciones poco atractivas (cinco pesos por hora). Resultó afortunado que en medio de todas estas dificultades el rector Pinzón Neira contara desde el primer momento con la colaboración y la activa participación  los doctores Julio Álvarez Cerón y  su hermano, José Álvarez Cerón, también ingeniero industrial de la escuela española, siempre dispuestos a comunicar lo mejor de sus experiencias y de sus conocimientos a la juventud colombiana y a contribuir con su gestión a llenar los vacíos que se presentaban continuamente dentro del cuerpo de profesores. A esta efectiva colaboración hay que agregar las de los ingenieros químicos Fernando Mejía Valenzuela y Ciro A. Duarte Pacheco, los químicos Gilberto Arias Phillips, German Téllez Páez y Jorge Saravia Nieto, el ingeniero mecánico Antonio Pinto Parra, los ingenieros civiles Julio Obregón Bueno, Luis Aurelio Díaz, Antonio María Sarmiento y Antonio Amorocho, además de las de los profesores Miguel A. Mora, Rafael Mantilla Cantillo, Eduardo Cancino, Daniel Ramírez López, José Antonio Parra, Antonio H. Prada, Roberto Pérez Bretón y Ciro López Mendoza, así como también las de Carmen Sofía Arenas Hederich y Beatriz Gómez Vesga en el cuerpo secretarial, junto con Marcos Arenas Buenahora en la secretaría general.
Superando no pocas barreras se completó el primer año de labores. En el segundo aumentó el número de estudiantes a veinticinco y se obtuvo a sus comienzos una mayor holgura económica, incluyendo una asignación importante para dotación de laboratorios. Se inició entonces una campaña ante el congreso y las autoridades en Bogotá para allegar aún más recursos, pues era evidente que con los limitados que el departamento de Santander podía ofrecer era imposible salir adelante. Mientras se esperaban los resultados de esta campaña, en un arriesgada maniobra propia de un líder, el rector Pinzón Neira inició la negociación para la adquisición de unos terrenos en el Llano de Don Andrés, en el norte de la ciudad,  donde actualmente tiene su sede la universidad, y usó para el pago de la cuota inicial todos los recursos a su alcance, maniobra que resultó providencial, pues proporcionó desde muy temprano a la institución el terreno necesario para una sede e instalaciones propias.
Lamentablemente, la campaña no produjo los resultados esperados y esto, sumado a la presencia de un nuevo gobernador, Hernando Sorzano González, que no mostraba mucho interés en apoyar a la institución, condujo al rector al desencanto y a la decisión de abandonar su cargo, no sin antes comunicarles a los estudiantes las razones que lo acompañaban. Fue en estos momentos cuando pronunció esa célebre frase que bien compendia su frustración: “En este país la superestructura política no permite hacer cosas grandes” (Camacho Caro, 2014).
Con sorpresa y preocupación reaccionaron los estudiantes ante la perspectiva de perder a un líder inspiracional como Pinzón Neira, a las cuales se sumó una clara señal de duda con respecto al futuro de la UIS cuando el Gobernador envió a dos sobrinos suyos, uno de los cuales era estudiante fundador, a completar sus estudios en España a través de  becas , por lo que sin llegar a una huelga y en defensa de la entidad, de su propio futuro y el de las generaciones por venir, presididos por Guillermo Camacho (Camacho Caro, 2014), Rafael Peinado y Roberto Sepúlveda, se lanzaron a una campaña en los colegios, en los medios de comunicación y en todos los demás recursos que estaban su alcance para lograr que pronto se designara un nuevo rector que le diera continuidad a lo ya iniciado, y que la ciudadanía empezara a adquirir conciencia del valor que tenía su universidad y de la necesidad que existía de apoyarla. Esta campaña, se llevó a cabo durante los últimos días de la gestión Pinzón Neira, contando con su apoyo moral y económico.
Las circunstancias antes descritas dieran lugar, en octubre de 1949, a la pérdida de un gran gestor y extraordinario líder que había sabido comunicar a sus alumnos un espíritu de consagración a los estudios y de esfuerzo para superarse continuamente a pesar de las carencias iniciales, y que había sido capaz de darle forma a ese ideal que la universidad representaba.
Luis Castellanos Tapias, quien le sucedió, un político de tradición que ya había estado vinculado a la Universidad, pues siendo Secretario de Hacienda en el gobierno de Rafael Ortiz González se empezaron a ejecutar las partidas presupuestales necesarias para su puesta en marcha, siguió las pautas trazadas por su antecesor, completando la negociación de los terrenos. Además, encontró una nueva sede mejor dotada y mejor situada, cerca del antiguo Coliseo Peralta y traslado allí las oficinas y las aulas.  
También durante su gestión se incorporó a la UIS el antiguo Laboratorio Químico Departamental, que ya estaba siendo usado para que los estudiantes hicieran sus prácticas. Con esta integración se unió al equipo Guillermo Strauss, ese legendario almacenista que dejó huella por su preocupación por enseñarles a los estudiantes buenos hábitos con respecto al uso de los equipos y de los reactivos químicos. Igualmente se incorporó en esa época, como jefe de los laboratorios de electricidad, el ingeniero alemán Ernst Massar (Lindo, 2016).
Otra gestión que realizó el rector Castellanos fue la de obtener que el departamento se Santander le cediera la maquinaria de carpintería de una antigua escuela de arte y oficios, con miras a utilizarla como medio para realizar una actividad industrial y generar ingresos de esta manera. Sin embargo, tal gestión no fue adecuadamente comunicada a los estudiantes, quienes la interpretaron como un paso hacia atrás dirigido hacia la conversión de la entidad en un gran taller, generando así una obstinada resistencia a que el proyecto se pusiera en marcha. Al ambiente negativo ocasionado se agregó que, en el segundo año de su gestión, los vientos de la política se volvieron en su contra y la UIS sufrió recortes presupuestales y la eliminación de una buena parte de las becas que se habían concedido a los estudiantes. Esta suma de factores negativos llevó a estos últimos a la conclusión de que era necesario promover su salida, una idea que pusieron en marcha mediante encuentros con el mismo Castellanos (Camacho Caro, 2014), estrategia que produjo los resultados deseados cuando en marzo de 1951 éste presentó su renuncia. De nuevo algunos factores políticos, a los que ahora se había agregado una administración voluntariosa pero deficiente y además poco carismática, forzaron el cambio de la primera autoridad de la institución.
·         En vista de las sucesivas renuncias de dos rectores santandereanos y con miras a elegir para que dirigiera la Universidad a un personaje de mayor peso, sobre todo en lo político, el Consejo Directivo y la Gobernación optaron por el nombramiento de Luis Eduardo Caro Caicedo, un distinguido arquitecto bogotano y conocido profesor de la Universidad Nacional que ya estaba vinculado a la UIS, para suceder a Castellanos, una decisión que se materializó en marzo de 1951. El arquitecto Caro,  un personaje de carácter seco y siempre erguido a quien por ello los estudiantes le asignaron el mote de “El palo”, hizo un buen manejo en lo administrativo, sobre todo en lo que se refiere a obtener recursos para completar los planos e iniciar los trabajos en el Llano de Don Andrés, así como algunas buenas contrataciones, no obstante lo cual su gestión culminó pronto, pues presentó su renuncia en Abril de 1952 por desavenencias con los ejecutivos de turno en el gobierno del departamento, quienes en comunicación que se publicó en las carteleras de la Universidad lo acusaron de no ser solidario con sus copartidarios, por no haber hecho siempre una contratación de funcionarios conforme a pautas políticas.
Dentro de estas contrataciones deben destacarse las de dos personajes que dejaron gran huella a su paso por la entidad: el ingeniero y musicólogo alemán Federico Mamitza, y Silvia Mutis de Uribe. El primero, por la profundidad de sus conocimientos, sobre todo en matemáticas, y por su habilidad para comunicarlos, y la segunda por su eficiente labor secretarial, simpatía, sobresaliente carácter, talento, bondad y habilidad para comunicarse con los estudiantes. Hay una divertida anécdota con respecto a doña Silvia, pues Caro, que no deseaba contratarla como secretaria a pesar de venir recomendada desde la Gobernación, le preguntó: “¿Domina usted el idioma inglés?”, a lo que ella, con esa gracia que la caracterizaba, contestó: “¡Ay!, doctor Caro, yo no domino el inglés porque   sucede que el inglés es el que me domina a mí”; una respuesta oportuna e inteligente que terminó por vencer las objeciones del rector.
De nuevo la interferencia de la política afectó la buena marcha de la Universidad, pues con la partida de Caro se completaron las renuncias de tres rectores en cuatro años. Una vez más el gobierno regional se vio obligado a resolver el problema de dotar a la Universidad de un líder y ahora, en una mezcla de visión con un poco de buena suerte se optó por llevar a la rectoría, en abril de 1952, a Ernst Massar (Universidad Industrial de Santander, 1998), quien desde su llegada en 1951 a trabajar en la Facultad de Ingeniería Eléctrica había demostrado sus buenos conocimientos, su habilidad como gestor y sus condiciones de líder. El ingeniero Massar recibió del entonces Gobernador, Pedro Nel Rueda Uribe, un claro mandato para hacer de la UIS la mejor universidad del país, mejorando la calidad de la enseñanza mediante la contratación de profesores europeos, preferiblemente de origen alemán. Guillermo Camacho (Camacho Caro, 2014), quien como representante de los estudiantes en el Consejo Directivo fue invitado a la posesión de Massar, recuerda que Rueda Uribe, después de un encendido discurso en el que le señaló las pautas de su gestión, lo amenazó con deportarlo o hacerlo encarcelar si estas no se cumplían y procedió a tomarle la anuencia. Massar se manifestó en forma de un saludo militar acompañado de la siguiente frase: “Como mande la gobierna”. Este mandato fue acompañado de la dotación de recursos adecuados para satisfacerlo. Provisto de estas armas y apoyándose en las asociaciones de profesionales y de ex alumnos de su país de origen, procedió Massar a divulgar los perfiles de los profesionales requeridos e iniciar la selección y la contratación de los mismos. Gracias a este ejercicio llegaron, en septiembre de 1952 el ingeniero mecánico alemán Jakob Seib (Seib, 1993), y en octubre el Ingeniero mecánico italiano Guido Burzi (Burzi, 2016) y el ingeniero químico alemán Werner Küenzel.
Con el advenimiento de estos profesores en 1952 (Camacho Caro, 2014) y el de los que les siguieron en 1953 se puso en marcha un planteamiento educativo nuevo, caracterizado por una alta calidad en la enseñanza, que empezó a ofrecer los niveles propios de la cultura europea y que introdujo dentro del medio nuevas formas de pensar y de comportarse, lo que convirtió este desarrollo en un punto de inflexión en el rumbo de la Universidad.
 En abril de 1953 Massar encontró una atractiva oferta de trabajo de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá y presentó su renuncia

                                                 REINADO
 La Universidad progresaba, el número de estudiantes aumentaba, se matriculaban en ella las primeras mujeres, Marina Sanmiguel, Cecilia Reyes Duarte, Esther Uribe, Alix Luengas, no obstante lo cual persistía dentro del medio bumangués una indiferencia notoria con respecto a la institución. Con el fin de cambiar este ambiente, al que se agregaba también la práctica del ostracismo social, el abogado Ciro López Mendoza, profesor desde sus comienzos, con el apoyo de Camacho, Sepúlveda y Peinado y de casi todos los demás compañeros de las promociones iniciales, impulsó un acercamiento con la sociedad mediante la elección de una Reina, para que ella representara a la universidad en los actos sociales y sirviera de vínculo y de puerta de entrada. Se inició pues, durante 1951, la búsqueda de una Reina, ejercicio que resultó frustrado en razón de que la candidata elegida, Isabelita Ardila Lulle, quien con su hermana Beatricita era amiga de Rafa Peinado y sus compañeros costeños por su común afición al baile, rechazó a instancias de su padre, el banquero Carlos Julio Ardila, su nombramiento. Comenta Guillermo Camacho (Camacho Caro, 2014) que después de esta negativa fue tan grande la frustración de todos, que terminaron en medio de grandes y tristes libaciones. Sin embargo, los estudiantes pronto recuperaron el entusiasmo perdido, y en ese mismo año apoyaron la elección de Lucy Rodríguez como Reina del Dámaso Zapata, un reinado, que resulto frustrado como consecuencia de una balacera que se armó a la salida del acto de coronación celebrado en uno de los teatros de la ciudad. Su perseverancia fue finalmente premiada en 1952 cuando con el constante apoyo de López Mendoza, encontraron la acogida de la familia Lega Núñez y la de su sobrina Lucila Pinzón Núñez, quien así se convirtió en la primera Reina de la Universidad.
Este éxito conllevó a la organización de actos para formalizar el evento y los obligó a buscar un sitio en donde pudieran llevar a cabo el acto de coronación y el baile propios del mismo. De nuevo sufrieron mucho, pues los contactos con las directivas de los clubes sociales de la ciudad no se tradujeron en una acogida a esta iniciativa y después de mucho rogar y dar vueltas lograron que, a regañadientes, el Presidente del Club del Comercio, el odontólogo Arturo Puyana Valderrama, autorizara el uso de los salones del Club para este fin. Existía en el medio bumangués un amplio desconocimiento con respecto a la Universidad y a sus integrantes y por lo tanto serias dudas en relación con su comportamiento social. Por estas razones, Puyana se ausentó de la ciudad el día de los actos, pues no quería ser testigo de lo que podría suceder. Sin embargo, todos se esmeraron en contribuir a que los programas previstos se desarrollaran con la mayor pulcritud y sin contratiempos de índole alguna. Todo resultó tan bien que después Puyana comentó que había sido tan notorio el buen comportamiento de los estudiantes y de sus invitados que ni siquiera se habían producido las roturas de vasos y platos que son normales en esta clase de reuniones.  Así, con no pocos esfuerzos, empezaron los estudiantes, profesores y directivos a ganar un reconocimiento a sus méritos y al valor de lo que estaban construyendo, que terminaría con el tiempo por conducirlos a una plena aceptación e integración dentro del medio y a obtener un apoyo sostenido.

                                         RECTORIA ALVAREZ CERON
Con la temprana renuncia del rector Massar, el Consejo Directivo y la Gobernación se vieron obligados a la escogencia de un nuevo rector, que finalmente recayó en abril de 1953 en el Ingeniero Julio Álvarez Cerón (Schafer, 2016). Con justicia, aunque con demora, tomó Álvarez las riendas de esa institución que tanto había impulsado él mismo desde su llegada a Colombia en 1940, y en cuyo desarrollo llevaba colaborando como profesor desde 1948.
En lo que respecta al profesorado extranjero, mantuvo el impulso creado por su antecesor y fue así como en 1953 llegaron los alemanes Wilhem Spachovsky, Friederich Weymayr y Martin Lutz, y los italianos Francesco Cozza, Antonio Casciello, Bartolo Serafini y Paolo Lossa. Como lo comenta el ingeniero Seib (Seib, 1993) en sus memorias, en ese momento se encontraban entre los veinticinco profesores vinculados a la UIS diez extranjeros. Hubo otro aspecto importante en la gestión de Álvarez, que fue el acercarse al medio político para generar buenas voluntades, obtener mejores apoyos a todas sus iniciativas y eliminar igualmente, cualquier resistencia que pudiera existir en función de su pasado como republicano y exilado. Para este efecto se otorgaron durante su rectoría los diplomas de Doctor Honoris Causa a los presidentes Roberto Urdaneta Arbeláez y Gustavo Rojas Pinilla, y se estableció una fructífera alianza con Roberto Sepúlveda Lozano (Camacho Caro, 2014), quien además de ser un líder entre los estudiantes era un gran relacionista público muy bien conectado con los medios políticos locales.  Además, antes de terminar 1953 se concluyeron las obras de los nuevos edificios y se efectuó el traslado de todas las dependencias a estos.
Mientras tanto, las necesidades de los ingenieros del país seguían en aumento y surgían nuevas necesidades en las áreas de petróleos y metalurgia, como resultado de la reversión de la Concesión de Mares en 1951, que dio origen a la creación de la Empresa Colombiana de Petróleos y a la puesta en marcha de Acerías de Paz del Río, en vista de lo cual el rector Álvarez y su consejo directivo decidieron agregar en 1954 a las tres disciplinas existentes las de Ingeniería de Petróleos, de Refinación y de Metalurgia, que contaron no solo con el respaldo gubernamental sino  con el apoyo financiero de los interesados, especialmente el de Ecopetrol. Para dotar a estas nuevas disciplinas de líderes que las pusieran en marcha se contrató a los ingenieros químicos Juan Francisco Villareal y al español Ramón Oliu, y se promovió al profesor e ingeniero químico Ciro Duarte Pacheco, respectivamente. Todos ellos contaban con un postgrado en los Estados Unidos en sus correspondientes especialidades, y a ellos se unieron los sobresalientes profesionales Pedro Fernández, Hugo Serrano Gómez, Jairo Ruiz Palacios,los hermanos Trap y Ernesto Pinzón, entre otros. El advenimiento de estas nuevas disciplinas y de profesionales formados en los Estados Unidos significó una vuelta de tuerca en materia de métodos de enseñanza, pues en las facultades de Petróleos se establecieron programas de estudio de sistema americano empleando textos en inglés y combinando desde muy temprano la difusión de conocimientos con la puesta en práctica de lo aprendido, en tanto que en la de Metalúrgica se tendió a una combinación de lo europeo con lo americano. En otras palabras, menos teoría y más práctica, en contraposición a la tendencia europea de proporcionar en un principio muchos fundamentos teóricos antes de llegar a la práctica. Esta coexistencia de sistemas de enseñanza se prolongó hasta 1958. Encontraron albergue estas facultades y sus estudiantes y profesores en los edificios que para Petróleos y Metalurgia se construyeron durante 1954. El acercamiento a Ecopetrol fue aprovechado por Álvarez Cerón para lograr que las puertas de la empresa se abrieran para los graduados y también para las prácticas de vacaciones de los estudiantes
Le correspondió al doctor Álvarez, estoy seguro de que, con gran satisfacción e intensa emoción de su parte, entregar en 1953 los diplomas de Ingeniería a los primeros graduados, Rafael Peinado Royero en Eléctrica y Alfonso Ramírez Pinzón en Química, a quienes pronto, en 1954, les siguieron Daniel Chacón Plata, Guillermo Camacho Caro, Manuel Aranguren Córdoba y Miguel Castellanos Tapias en Química, y Alberto Clavijo Puyana en Mecánica.
Puso también empeño Álvarez Cerón en mejorar las condiciones de vivienda de los estudiantes de fuera de Bucaramanga, por lo que le ofreció amplio y generoso apoyo a la iniciativa de la Asociación Universitaria de Santander, AUDESA, de establecer en 1953 las primeras residencias universitarias. La creación de esta última, que tuvo también lugar en 1953, (Lobo Carvajalino, 2004) “cuya mira es el perfeccionamiento del nivel social, moral y material de los estudiantes” según sus estatutos, fue otro evento de significación durante su rectoría, pues amplió los canales de comunicación con los estudiantes y les permitió a estos participar más activamente en los asuntos académicos y administrativos de la universidad.  Debe reconocérsele a la primera junta directiva de la AUDESA, integrada por Roberto Sepúlveda Lozano como presidente, Luis Eduardo Lobo Carvajalino como vicepresidente; Marina Sanmiguel Acevedo como secretaria: Mario Rodríguez Barrera como tesorero; Guillermo Camacho Caro como fiscal, Carlos Ríos, José Agustín Forero, José Martínez Rey, Luis Fernando Bueno y Cecilia Reyes Duarte como vocales, el mérito que corresponde a esas valiosas iniciativas.
También durante esta época se vincularon a la Universidad nuevas estudiantes, Lucila Lozano Herrera, Irma Rueda Rueda, Nohra Rey, Esperanza Ruiz, Cecilia Pico, Hilda Castellanos, Luisa Fernanda Gómez y Argemira Jaimes entre otras.
Otro aspecto positivo de su gestión fue mejorar la dotación de la biblioteca y encontrarle una ubicación adecuada dentro de los nuevos edificios, a lo que se unió la escogencia de una excelente bibliotecóloga, Carmen Ligia Gutiérrez Giraldo.
Ya durante le gestión de Álvarez Cerón se empezaron a cosechar los beneficios de la buena formación académica y científica que los estudiantes estaban recibiendo, pues con la acertada dirección del equipo de profesores de Refinación, presididos por el Ingeniero Oliu, los estudiantes de Ingeniería Química Carlos Guerra Hernández y Manuel Chaparro Beltrán desarrollaron un trabajo sobre el tema de destilación del petróleo, que los hizo merecedores  en 1955 del primer premio en un concurso que la Esso Colombiana había establecido para reconocer a los mejores trabajos de investigación desarrollados en las universidades colombianas. Ya empezaba, pues, a cosecharse todo lo bueno que tanta gente venía sembrando desde 1948.
Se continuó también durante este periodo con la costumbre de designar reinas para que representaran socialmente a la Universidad y se estableció a comienzos de octubre la de celebrar una semana universitaria en la que se organizaban distintos festejos y desfiles de carrozas por la ciudad, entre otros, que culminaban con la coronación de la reina elegida en el Club del Comercio y un baile de celebración. En 1953 coronó el doctor Álvarez a Lía Valderrama Mutis, en 1954 a Teresita Mejía Borda, en 1955 a Beatriz Otero Puyana y en 1956 a Marina González Arenas, todas ellas de muy grata recordación.
 Se conformó durante esa época el trío universitario compuesto por José de Jesús Gualdrón, Gallo y Rodrigo Mantilla, que tantas alegrías proporcionó a muchas  reuniones.
Con una institución en buena marcha, cuya estructura parecía cada vez más sólida, llegamos al final de 1956,cuando el Coronel Quintín Gustavo Gómez Rodríguez, en ese momento  gobernador del departamento decidió, por razones que se desconocen, muy probablemente de pequeña política, que el doctor Julio Álvarez Cerón no continuara al frente de la rectoría y en su lugar  colocó al ingeniero civil bumangués Raúl González García, un condiscípulo suyo sin antecedentes en la cátedra universitaria, que se desempeñaba como gerente de una de las compañías de servicio público del Distrito de Bogotá. Gran desánimo produjo este evento entre todos los que en esa época pertenecían a la comunidad universitaria, pues con el advenimiento del ingeniero González García, al que le adjudicamos el mote de “doctor Cuchuco”, dimos marcha atrás. Contrariamente al doctor Álvarez, no era el nuevo rector un líder carismático, pues era poseedor de un carácter abúlico, tímido, un pobre expositor que desconocía la realidad de la universidad y un gestor de puertas cerradas que poco se comunicaba. A lo anterior es necesario agregar su pobre atuendo y que pese al apoyo que recibió del gobernador no supo organizarse para que el flujo de ayudas del departamento a la Universidad se mantuviera en forma estable, lo cual empezó a afectar la buena marcha de la institución. Por fortuna su rectoría concluyó pronto en virtud del cambio de gobierno que tuvo lugar en mayo de 1957, cuando la presión masiva de los estamentos sociales, políticos y económicos obligó al Presidente Rojas Pinilla a renunciar. Recuerdo que los estudiantes de esa época no nos manifestamos muy airadamente en contra del gobierno, pero si dejamos de asistir a clase en los últimos días anteriores al 10 de mayo para congregarnos en el vestíbulo de entrada al edificio de matemáticas y escuchar arengas de algunos de los líderes de la AUDESA de esa época, Rafael Forero, Hernando Guío, Eduardo Gutiérrez Giraldo y Jesús Barreto, entre otros. Llegado el 10 de mayo y una vez se hizo público que Rojas había abandonado el poder, decidimos con Daniel Ordóñez Rueda a la cabeza, tomarnos las oficinas de la Rectoría por asalto, desposeerlas de todas las fotografías y bustos de Rojas Pinilla que la adornaban y comunicarle al rector que no deseábamos su continuidad. Como era de esperarse, González García intentó ejercer una autoridad de la que ya carecía, pero enseguida entendió que no podía hacer mucho y pronto emprendió su retirada sin que nadie se la impidiera. Así nos deshicimos de un deficiente rector.

                                        RECTORIA LOW MAUS
Cambió entonces el gobierno de Santander y un nuevo militar, el General Ernesto Caicedo López, fue designado como máxima autoridad. A este cambio siguió el nombramiento de Jorge Sánchez Camacho como Director de Educación, quien unió a este cargo el de rector encargado, con el claro objetivo de encontrar uno nuevo. Los nombramientos de Sánchez resultaron providenciales para la Universidad por el afecto que él le tenía a la institución en su carácter de gestor fundador y por el empeño que puso para identificar y contratar al alguien de gran categoría.
Mientras que lo anterior se sucedía en Bucaramanga, en Bogotá un grupo de ex alumnos liderado por Guillermo Camacho Caro (Camacho Caro, 2014) se preocupaba también por identificar un candidato.  Finalmente fue escogido como el mejor el Ingeniero Químico español de origen alemán, Rodolfo Low Maus, de amplia trayectoria dentro del medio universitario y el mundo industrial de Colombia, quien era compañero de trabajo de Camacho en Seiberling. Quedó por tanto a cargo de Camacho la misión de persuadir a Low de que aceptara ser candidato y de que le proporcionara su hoja de vida para hacerla llegar a Sánchez Camacho. Esta gestión demostró la habilidad persuasiva de Camacho, quien, no obstante, la natural renuencia de Low a abandonar un cargo en el que se encontraba muy bien establecido desde hacía muchos años, para cambiarlo por la incierta labor de dirigir una universidad de provincia, accedió a entregársela. El Ingeniero Químico de la UIS Jairo Durán, casado con una parienta de Sánchez, sirvió de medio para que la hoja de vida de Low le llegara a este último.
Provisto de este material y hechas las averiguaciones correspondientes, procedió Sánchez Camacho a hacer contacto telefónico con Low para ofrecerle la rectoría. Este contacto no resultó exitoso en primera instancia, pues Low agradeció la oferta, pero la rechazó alegando diversos motivos. Sin embargo, a los pocos días recibió el doctor Low una llamada del Almirante Rubén Piedrahita Arango (Low Maus, 2002), unos de los miembros de la Junta de Gobierno que sucedió a Rojas Pinilla, para convocarlo a su oficina, en donde se le ratificó la oferta que ya le habían hecho y se le conminó a aceptarla por razones de patriotismo y agradecimiento con el país que tan bien lo había acogido. No contaba el doctor Low con la persistencia de Sánchez Camacho para el logro de su objetivo y con su habilidad para llegar al nivel más alto del Gobierno de la Nación para comprometerlo. Así, en octubre de 1957 y con el mandato de hacer de la UIS la mejor universidad de su género en Colombia se inició la rectoría Low Maus, una de la mejores que la entidad ha tenido.
Alborozados acudimos un grupo de estudiantes presididos por nuestra reina, Consuelo Carreño Sánchez, y el rector encargado Sánchez Camacho, a darle la bienvenida al doctor Low en el aeropuerto Gómez Niño, de Bucaramanga y manifestando esa alegría lo invitamos a abordar junto con Consuelo un Ford descapotable modelo 1930 que teníamos preparado para conducirle a su hotel. Un improvisado desfile por las principales calles dio comienzo a una importante etapa dentro del desarrollo de la Universidad.
A esas manifestaciones de alegría sucedieron pronto las tristezas del doctor Low, quien encontró una entidad con un personal desmotivado, entre otras cosas por atrasos importantes en el pago de los sueldos, con el presupuesto del ejercicio ya agotado y carente, además, de una estructura organizacional adecuada. (Low Maus, 2002) Como era de esperarse, sus primeras acciones se orientaron a corregir estas deficiencias mediante los siguientes pasos: 1. Un préstamo a título personal que obtuvo en el Banco del Comercio, pues la Universidad carecía de crédito; 2. Una gestión primero ante el Ministerio de Educación y luego, ante el Almirante Piedrahita, para obtener un complemento de presupuesto que permitiera concluir el año; 3. El diseño de un organigrama que permitiera una gestión eficiente, pues había demasiados funcionarios reportándole directamente al rector.
Completadas estas labores iniciales, el doctor Low orientó su gestión hacia la identificación, el análisis y la solución de muchos otros asuntos que, basado en su experiencia docente y administrativa, además de su clara visión, requerían acción o un cambio de rumbo, entre los cuales se destacaban: la carencia de funcionarios de categoría, el éxodo por razones económicas de los profesores alemanes e italianos que veían sus ingresos en moneda dura afectados por  una devaluación acelerada del peso, la carencia de medios físicos, la poca vinculación de los exalumnos al profesorado, la ausencia de normas en cuanto a la contratación, desarrollo profesional y pago de los docentes, lo académico, las relaciones con los estamentos universitarios y sobre todo con el estudiantado, el bienestar de este último, la falta de proyección internacional de la Universidad, la complementación de las ingenierías existentes con la  Ingeniería Industrial para responder mejor a las necesidades del país, las relaciones con la sociedad y con el gobierno, la autonomía universitaria y por último las actividades de investigación.
Como correspondía a un buen ejecutivo, estableció el doctor Low las prioridades necesarias y puso en marcha un plan de trabajo orientado a incursionar en estos temas con los siguientes resultados:
Funcionarios: Antes de finalizar 1957 se contrató a Ramiro Osorio Osma, un distinguido químico que había sido su alumno en la Facultad de Química de la Universidad Nacional como secretario administrativo, y a Antonio Michaeler, un ingeniero suizo que había estado vinculado al Departamento de Planeación Nacional como Asesor de Planeación. Igualmente, a comienzos de 1958 se promovió al doctor Luis Serrano Gómez, un sobresaliente juez de menores y abogado, quien ya era profesor, al cargo de secretario general. La incorporación de estos funcionarios le aportó profundidad y eficiencia a la organización.
Autonomía universitaria: Participó el doctor Low en numerosos encuentros que se dieron entre el Gobierno de la Junta Militar y los rectores, profesores y estudiantes universitarios, con el fin de desarrollar un nuevo estatuto que otorgara a las universidades estatales una independencia en sus asuntos y liberarlas así de los factores políticos que las afectaban. En particular fue muy destacada su participación en un congreso de rectores que tuvo lugar en Popayán a comienzos de 1958, en el que se dio forma a un anteproyecto que finalmente fue convertido en Ley mediante el Decreto 0277 del 26 de julio de 1958 de la Junta. Surgió así una autonomía universitaria mediante la cual los nombramientos de los rectores y decanos y la aprobación de los planes de desarrollo de las universidades dejaron de estar en manos de juntas directivas de alto contenido político y pasó a depender de los llamados consejos superiores, en los que estaban representados todos los estamentos de la sociedad. Todo un salto adelante en el manejo de los asuntos universitarios que resultó de la influencia y el peso que tuvieron los estudiantes en el derrocamiento del Gobierno de Rojas Pinilla.
Éxodo de profesores: Se decidió contrarrestarlo promoviendo y facilitando la incorporación desde muy temprano, en 1958, de ex alumnos con hojas de vida adecuadas para satisfacer las necesidades existentes en las distintas facultades. El resultado de esto fue la contratación como profesores de tiempo completo de José Luis Mendoza Cárdenas, José Amorocho Jaimes, Hernando Torrealba Ruiz, Horacio Uribe Martínez, Álvaro Barrera Lloreda, Álvaro Barrera Larrarte, Roberto Jaimes y Luis Eduardo Lobo Carvajalino (Lobo Carvajalino, 2004). Luego se habrían de incorporar también Manuel Chaparro Beltrán, Gilberto Salcedo Escobar, Héctor Pinilla Gómez, Hernando Molina Tabares y Carlos Fernando Guerra, este último de tiempo parcial. A finales de 1958, ante la renuncia del doctor Jakob Seib como decano de Ingeniería Mecánica se promovió a Luis Eduardo Lobo para reemplazarlo, un nombramiento que a todos enorgulleció, pues Lobo fue el primer egresado en alcanzar esta categoría.
Más adelante en este año y durante 1959 se optó por incorporar también al cuerpo de profesores a profesionales españoles, cuyos salarios, que eran más bajos que en el resto de Europa, le permitían a la Universidad hacer ofertas competitivas. Llegaron así a prestar sus servicios Agustín Motilla Martín, Lázaro Molera, Manuel Quintana Fábrega y José Peréz Censano, entre otros.
Con estas vinculaciones quedaron adecuadamente satisfechas las necesidades de la Universidad, se estrecharon las relaciones de la misma con sus exalumnos y se abrió para estos un terreno de nuevas oportunidades para su desarrollo profesional. La incorporación de nuevos europeos contribuyó a mantener el brillo que anteriores europeos le habían transmitido a la institución.
Medios físicos: Se ampliaron estos notablemente durante la gestión de Low. Por una parte, se completó la urbanización de todos los terrenos y se construyeron las calles e instalaciones que faltaban. Por otra, se inauguraron en 1960 los edificios de Ingeniería Mecánica y de Administración (Jaimes Landazabal, 2014). Este último incluía las oficinas de la rectoría, la secretaría general, la sindicatura, la biblioteca, las dependencias administrativas y una cafetería para los profesores. En 1961 se agregaron a estos edificios los de Ingeniería Industrial y uno nuevo para Ingeniería Eléctrica. En 1962 se inició la construcción de las residencias estudiantiles y se completó la de uno de los cinco bloques previstos. Además, con la ayuda de la UNESCO, que luego se menciona en detalle, se completó entre los años 1961 y 1962 la dotación de todos los laboratorios de las distintas facultades.
Estatuto del profesorado: En 1958 se empezó a trabajar en este tema, que se completó y puso en ejecución en 1959 (Jaimes Landazabal, 2014). Mediante este instrumento se establecieron las calificaciones requeridas para el desempeño de los profesores bajo un sistema de evaluación, estructuras salariales adecuadas para reconocer las calificaciones académicas de cada uno y la calidad de su desempeño, así como las oportunidades  de desarrollo profesional que podían culminar con asignaciones en el exterior para el perfeccionamiento o especialización y con su nombramiento como catedráticos titulares, momento a partir del cual su relación con la Universidad se convertía en permanente e inamovible.
Con el uso de este instrumento se buscaba, como efectivamente se logró, atraer a profesionales de calidad y proporcionarles oportunidades de desarrollo tanto en lo profesional como en lo humano y en lo económico, que los condujeran a permanecer hasta el fin de su carrera vinculados a la entidad.
Lo académico: En esta materia habían venido rigiendo una mezcla de disciplinas representada por dos escuelas de enseñanza, la universal europea y la pragmática americana de las últimas facultades, con diferentes grados de implantación de éstas en las distintas facultades. Con el fin de unificar criterios y establecer un planteamiento uniforme, además de propio, se decidió en 1958 la formación de los ingenieros en dos etapas claramente diferenciadas: una de enseñanzas básicas prácticamente comunes a todas las carreras, que duraba cuatro semestres, y otra de enseñanzas especializadas a partir del quinto semestre, hasta completar los diez semestres programados para la culminación de los estudios. Los correspondientes programas de estudio de las facultades fueron modificados para que reflejaran lo anterior.
En 1960, en su reporte anual a los consejos Académico y Superior, anticipaba Lo la creación de estudios de posgrado en algunas de las disciplinas académicas existentes, un proyecto que no pudo completar por su imprevista partida en 1962.
Relaciones con los estamentos: Desde muy temprano en su gestión se preocupó el doctor Low por establecer relaciones claras y productivas con todos los estamentos que conformaban la entidad. Para tal efecto, se involucró ampliamente al profesorado en el diseño del estatuto que habría de regirlo y en el de la reforma académica. Con respecto a los estudiantes se practicó una política de puertas abiertas mediante la cual se dio continuamente acceso a las oficinas de la rectoría a los directivos de la AUDESA. También en una época se puso en marcha un programa de comunicación llamado “Los sábados del rector” (Camacho Caro, 2014), durante el cual éste se ponía en contacto en forma directa con los estudiantes para informarlos acerca de sus planes y de lo que se estaba ejecutando y para escuchar sus opiniones al respecto e incorporar algunas de ellas en sus planes de acción. Su habilidad para comunicarse y para situarse por encima de factores políticos está claramente manifestada en la buena relación que mantuvo con una directiva estudiantil ausente de tinte político, como la que presidió Enrique Sierra Barreneche en los primeros años de su gestión y la de marcado sesgo izquierdista que presidió Jaime Arenas Reyes en los últimos años de rectoría de Low.  Una anécdota confirma lo anterior (Barrios Prieto, 2014): en 1962, en medio de las convulsiones del país y de la universidad misma, los estudiantes declararon una huelga de apoyo a sus congéneres en otras partes del país y se preparaban para comunicárselo a Low, y éste les hizo saber que los recibiría a condición de que la levantaran, petición que fue satisfecha por ellos.
En concordancia con su actitud abierta, nunca desaprovechó Low cuanta oportunidad tuvo de acercarse al estudiantado, lo que se tradujo en su activa participación en todos los eventos sociales de la Universidad, entre estos las coronaciones de Elsa Gómez Turbay en 1958, de Luz Stella Serrano en 1959, de Leonor Consuegra Uribe en 1960, de Helena Acosta de Lima en 1961 como reinas, y todos los actos asociados a ellas entre otros.
Conocedor el doctor Low de la importancia de mantener vínculos con los ex alumnos se preocupó por estrecharlos, fruto de lo cual fue la creación a comienzos de 1962 de la Oficina Coordinadora de Ex alumnos y la designación de Silvia Mutis de Uribe (Jaimes Landazabal, 2014)para dirigirla. En concordancia con lo anterior, le había dado entusiasta bienvenida a la Asociación Regional de Ex alumnos, ASIDUIS, que después se convirtió en ASEDUIS (Lobo Carvajalino, 2004), establecida a fines de 1961 en Bucaramanga y le ofreció amplio apoyo para la celebración de un Congreso Nacional, que se realizó en octubre de 1962 y del cual surgieron una ASEDUIS nacional y varias regionales más.
Facultad de Ingeniería Industrial: La oferta de estudios de Ingeniería había ido aumentando en la UIS y en el país, pero existía un vacío al respecto, pues no se había creado aún esa disciplina que sirve de puente entre la ciencia, la tecnología y el hombre, que es la Ingeniería Industrial. Para resolverlo, durante la última parte de 1958 orientó el doctor Low sus esfuerzos a obtener una aprobación de la correspondiente facultad y dotarla de lo necesario para su funcionamiento. Una natural consecuencia de esta decisión fue la aproximación a Guillermo Camacho Caro (Camacho Caro, 2014), su colega en Seilberling, quien dirigía dentro de esta compañía el Departamento de Ingeniería Industrial, para persuadirlo de que se pusiera al frente de la nueva facultad, un proceso que no resulto fácil, pues ello significaba convencer a Camacho de aceptar una remuneración sensiblemente inferior a la que tenía. Sin embargo, esa capacidad de convicción que tenía Low y ese espíritu de servicio y de sacrificio que siempre ha caracterizado a Camacho terminaron por allanarlo todo y así, antes de terminar año este último se trasladó a Bucaramanga para comenzar con sus labores. Y menuda tarea era la que le esperaba, pues constituir el equipo requerido no resulto fácil, dada la carencia de profesionales de esta disciplina tanto en la ciudad como en el país y los niveles de remuneración que existían en la Universidad, que impedían ofrecer salarios competitivos a los pocos ingenieros industriales que se podían encontrar en el mercado. Para resolver esto último apeló Camacho a la seccional regional de la Asociación Nacional de Industriales, dirigida en ese momento por Hernando Reyes Duarte, y logró comprometerla para que proporcionara ayuda económica para complementar el salario de un profesor clave, Héctor Prada Salas, un ingeniero industrial poseedor de un excelente bagaje, a quien Camacho deseaba contratar. Conformado este equipo inicial procedieron sus integrantes con el diseño de los programas estudios de la nueva facultad (Rodriguez Beltran, 2014), la primera de su índole en el país, empeñándose en ofrecer a los estudiantes un esquema de claro estilo americano, complementado con un contenido humanístico mayor que el habitual. Se matricularon entonces los primeros once estudiantes (Sierra Barreneche, 2016), a los que se unió un grupo de profesores de apoyo, entre ellos Álvaro Cala Hederich, Hernando Cáceres Sanmiguel, Gustavo Vargas Martínez, Claudio Uribe Díaz, Campo E. Díaz, Hernando Reyes Duarte y Jaime Pradilla Sorzano.
Como sucede con muchos de los grandes logros, el sacrificado esfuerzo de unos pocos logró convertir en una hermosa realidad a esta facultad y comunicarle a todos los que la integraban un espíritu de estudio, de esfuerzo, de investigación, de preocupación por las realidades sociales y económicas del país, de integración, de solidaridad y de compañerismo.  
En 1961 tuvieron todos sus fundadores la alegría de ver sus esfuerzos premiados con la graduación de esos estudiantes como los primeros once ingenieros industriales (Schafer, 2016) de la UIS y de Colombia, quienes junto con los que les han seguido han hecho las importantes contribuciones al desarrollo del país que de ellos se esperaban.
En 1962, en reconocimiento a esta buena labor, le fue otorgada a Guillermo Camacho (Camacho Caro, 2014) una Eisenhower Fellowship (Beca de la fundación del expresidente americano), que lo llevó a incursionar durante un año, junto con otros becarios procedentes de muchas partes del mundo, en diversas instituciones del gran país y a establecer contactos que más adelante resultarían de gran beneficio para la Universidad y para Colombia.
Bienestar estudiantil: La universidad siempre apoyó las gestiones de la AUDESA en este sentido, y ya desde la época del doctor Julio Álvarez Cerón, a la Residencia Universitaria que se formó se le habían otorgado ayudas para su funcionamiento. Sin embargo, con el crecimiento en el número de estudiantes esta solución se hizo insuficiente, por lo que durante la época de Low se decidió construir en la Ciudad Universitaria, al oriente del campus, cinco edificios de cuatro pisos, cada uno para albergar doscientos estudiantes, de los cuales únicamente se alcanzó a concluir uno antes de su cese en noviembre de 1962.
También durante esta época se gestionaron con entidades locales y algunas nacionales becas para proporcionar ayuda a los estudiantes necesitados, que fueron otorgadas con la colaboración de la AUDESA. Igualmente, en 1959 se creó el Departamento Psicotécnico para proporcionar ayuda psicológica y consejo a los estudiantes que así lo requirieran, y se amplió el Consultorio Médico mejorando su dotación. Igualmente, durante su gestión se apoyaron de manera constante los intercambios estudiantiles y se les otorgaron a los asistentes a reuniones de esa índole algunas ayudas financieras.
Además, se formalizaron acuerdos con Ecopetrol y algunas otras grandes empresas del país para que proporcionaran a los estudiantes oportunidades de entrenamiento durante los periodos de vacaciones.
Investigaciones científicas: Éstas habían existido desde el comienzo de la Universidad, pero fueron ejercidas en forma errática en cada una de las distintas facultades por lo cual, con muy contadas excepciones, se habían producido resultados de alguna significación. Con el fin de corregir este desorden y otorgarles a los procesos de investigación la importancia y el apoyo que se merecían, el doctor Low, quien como buen científico conocía mejor que nadie el valor que esta fundamental disciplina tiene en el medio universitario y el de su contribución al desarrollo de un país, promovió y obtuvo la aprobación de un Departamento de Investigaciones Científicas (Low Maus, 2002).
Este Departamento, integrado por los Institutos de Investigaciones Puras y Aplicadas, de Consultas Industriales, de Normas Técnicas, el Departamento de Publicaciones Científicas e Intercambios y la Estación de Meteorología, sirvió de medio para organizar, metodizar, comunicar y explotar adecuadamente todas las iniciativas que en materia científica se generaran en la Universidad. A fines de 1958 se contrató al científico español Juan Ramírez Muñoz para dirigirlo. Este personaje aunaba a un profundo conocimiento de las ciencias químicas y físicas, una gran dinámica intelectual, una extraordinaria habilidad para la comunicación y las relaciones públicas y una sobresaliente capacidad de trabajo. Muy pronto, después de su llegada, empezaron a plasmarse iniciativas que  han dejado una gran huella en el país, entre las que merece destacarse la elaboración y publicación de un conjunto de normas técnicas, las primeras en toda la historia de Colombia, que posteriormente sirvieron de base para la formación y desarrollo del Instituto Colombiano de Normas Técnicas, ICONTEC, iniciativa a la que se agregaron en 1959 los trabajos titulados ”Estudios Metalográficos de Limaduras Ferrosas”, elaborado por los estudiantes Robert Tulio González Mina, C. Blanco y R. Vásquez; ”Nuevos diagramas de sensibilidad en sistemas que usan enmascarantes”,   del profesor Juan Ramírez Muñoz, y “Recuentos de levaduras”, del profesor Alfredo Navarro Serrano, además de la atención a  cincuenta consultas técnicas hechas por los industriales de Santander y del resto del país.
Con el advenimiento de este gran hombre, unido al de Guillermo Camacho Caro, pudo el doctor Low contar con la colaboración de dos vigorosos, inquietos e intelectualmente profundos personajes, que rápidamente se convirtieron en sus asesores en materia administrativa y científica y con quienes conformó lo que podríamos llamar un pequeño comité que, a diario, después de las horas regulares de trabajo, se reunía en su residencia para la discusión de los temas del día y de planteamientos estratégicos. Numerosas iniciativas se produjeron durante estas sesiones, que después se tradujeron en planes de acción que generaron grandes beneficios para la Universidad.
La colaboración de este departamento para organizar las diversas solicitudes de material de investigación que resultaron cuando en 1961 se materializó la ayuda de la UNESCO, fue una contribución importante para una mejor y más eficiente utilización de los recursos que se asignaron a las distintas facultades para la adquisición de esta clase de elementos.
La participación del Dr. Ramírez Muñoz en numerosos simposios de naturaleza científica, tanto nacional como internacional, en donde siempre hizo presentaciones de los trabajos realizados en su Departamento, contribuyó a darle lustre a la Universidad y a ampliar las oportunidades de intercambio. Contribuyó también a ese lustre su gestión editorial, que permitió, mediante diversas publicaciones, comunicar a otras entidades científicas y al público en general, los resultados de esos trabajos.
Importante fue también su contribución al desarrollo de la Facultad de Metalurgia, en la que se desempeñó como profesor en distintas materias, contagiando a los estudiantes de su amor por las ciencias, la investigación y la disciplina en el trabajo.
Proyección Internacional de la Universidad: Si bien es cierto que la presencia de un importante grupo de profesores extranjeros le había otorgado a la universidad un ambiente internacional y cosmopolita, su proyección hacia el exterior había estado limitada a los contactos que algunos de ellos mantenían con sus respectivas almas mater y a la presencia de sus ex alumnos en algunos programas de especialización o de perfeccionamiento profesional, sobre todo en los Estados Unidos. Se preocupó el doctor Low por corregir esta carencia oportunamente, acordando un acercamiento y un intercambio con la Universidad de Aquisgran en Alemania e iniciando contactos con la Universidad de Michigan en Estados Unidos para este mismo efecto. Igualmente se preocupó el doctor Low (Low Maus, 2002) por establecer contactos con entidades internacionales que pudieran hacer contribuciones al desarrollo de la Universidad mediante el aporte de recursos físicos y humanos, lo que lo condujo a golpear en las puertas de la Fundación Ford y de la UNESCO (la entidad de las Naciones Unidas que se preocupa de los asuntos de la Educación) con los resultados que a continuación se comentan.
Casi simultáneamente, en 1960, se presentaron a estas dos entidades los planes de desarrollo de la Universidad para los siguientes años y se solicitó su ayuda para satisfacerlos. La primera en responder favorablemente fue la UNESCO, con la cual se entablaron intensas conversaciones que culminaron en diciembre de 1960 con la firma de un convenio de cuatro años de duración, mediante el cual ésta se comprometió a hacer aportes por un total  US$1.502.100  que debían ser complementados con aportes del Gobierno Nacional de US$2.834.095,  destinados en su totalidad a la vinculación de quince especialistas de alto nivel en las ramas de Ingeniería, Física, Mecánica Analítica, Matemáticas superiores, y un asesor para la Biblioteca, así como a conferir becas a docentes de la universidad para estudios en el exterior, la adquisición de equipos para los laboratorios, la de material bibliográfico y la satisfacción de los necesarios gastos de administración. Estos aportes significaron una verdadera revolución en la marcha de la Universidad, al permitir la llegada y los aportes de una nueva y valiosa sangre profesoral que vino de distintas partes del mundo, completar la dotación de todos sus laboratorios, enviar a sus profesores a perfeccionarse profesionalmente en el exterior y prepararse para incrementar el número de estudiantes en forma apreciable, pues éste debía pasar de los 1200 que existían en 1960 a 2100 en los años siguientes.
En lo humano, sobresale entre los aportes recibidos en esta época el de Oreste Popescu, un economista rumano-argentino de gran altura intelectual y profesional que dejó profunda huella a su paso por la UIS.
La Fundación Ford no fue insensible a las necesidades de la UIS, pero su respuesta tardó un poco llegar y lo ofrecido por ellos fue bastante menos generoso que lo ofrecido por la UNESCO: alrededor de US$100.000 que se utilizaron para completar la construcción del edificio de Ingeniería Industrial y para elementos audiovisuales y otras ayudas para la creación del Departamento de Humanidades en 1961. Abiertas la puerta de la Fundación, su flujo de aportes hubiera podido permanecer por mucho más tiempo, pero la inesperada salida del doctor Low, en noviembre de 1962, condujo al cierre de las mismas y a la suspensión de las ayudas.
Se adelantaron por la misma época conversaciones con la Penn State University, la Universidad Estatal de Pennsylvania en los Estados Unidos, con el objeto de obtener su colaboración para permitir que el profesor G. L. Thuering, experto en planeación universitaria y autor de diversos proyectos para la organización de universidades americanas, se desplazara a Bucaramanga para  emprender un estudio a fondo de las estructuras de la Universidad, su planta física y la utilización del campus, todo ello con miras a la utilización más eficiente de los recursos disponibles y a continuar sentando las bases para su futuro desarrollo. Entre los meses de marzo y agosto de 1962 el profesor Thuering llevó a cabo su estudio, al que poco después siguieron recomendaciones para cambios administrativos que fueron implementadas bajo la rectoría de Juan Francisco Villareal (Lobo Carvajalino, 2004), en 1963.
Entre tanto, el acercamiento a la Universidad de Michigan había continuado y se tradujo finalmente en un preacuerdo que se alcanzó en el segundo semestre de 1962 (Camacho Caro, 2014), mediante el cual esta Universidad aportaba la colaboración del profesor Licker, con el propósito de que sirviera de vínculo para identificar y canalizar oportunidades de mutua colaboración, un esfuerzo que finalmente se frustró como consecuencia del cese del doctor Low y de la huelgas estudiantiles y desórdenes que le siguieron. Esta circunstancia terminó favoreciendo a la Universidad del Valle, que se convirtió entonces en la beneficiaria de esta ayuda y de las oportunidades de intercambio que la siguieron.
Relaciones exteriores: Low, que era un gran comunicador y un excelente relacionista, entendía muy bien el valor de las relaciones públicas y se esmeró siempre por ejercerlas con la mayor productividad y eficiencia. Para este efecto creó dentro de su administración el cargo de Jefe de Relaciones Públicas y se preocupó de mantenerse en permanente contacto con todos los estamentos de la ciudad y en especial del alto Gobierno en la Capital, como lo evidencian la buena acogida del gobierno central y el oportuno trámite en las cámaras legislativas de su solicitud de aportes para el plan de la UNESCO, firmado a finales de 1960.
Otra preocupación que también tuvo fue la de acercar a la ciudadanía en general a la Universidad, mediante la oferta de numerosas conferencias dictadas por personajes de reconocida categoría, que frecuentemente se organizaron durante su época. Como una muestra de lo anterior transcribo un comentario que aparece en el libro Historia de una Universidad  del Medio Siglo: la UIS (Diaz Osorio & Guarin , 2008), refiriéndose a la actividad cultural  durante los últimos meses de 1959, según lo reportado en la Revista UIS, Volumen 2, N.º 1, 1960: “De igual manera se consignaron algunos eventos en los meses inmediatamente anteriores: conferencias de Enrique Buenaventura y de Víctor Mallarino sobre teatro, una de Max Olaya Restrepo sobre Los Comuneros, otra sobre política nacional de Jorge Zalamea Borda y recitales poéticos de Helcías Martín Góngora, Rogelio Maya López y José María Arce y Villadares, así como también de la española Carola Gonmar; una de física atómica del jesuita Vladimiro Escobar; pero además se había concluido la selección de trabajos para el Premio Alexander Von Humboldt”.
Como se puede apreciar, la administración Low fue amplia, profunda, diversa y extraordinariamente rica en alcances de variada naturaleza que convirtieron a la Universidad en una entidad solida de amplia proyección. De haber continuado su presencia allí, el salto hacia adelante que estaba haciendo falta para conformar una entidad con mayores ofertas académicas, sobre todo en las áreas de salud, humanidades y posgrados, hubiera podido darse rápidamente y sin traumas. Lamentablemente, la no renovación de su contrato de trabajo, que se produjo en noviembre de 1962, frustró esta oportunidad, además de resultar, por las huelgas estudiantiles de protesta que la siguieron, en una lamentable pérdida de tiempo y en grandes dificultades para que la siguiente administración, la del ingeniero Juan Francisco Villareal, se pusiera en marcha y desarrollara nuevas ofertas de estudios.
Una vez más la intervención de la política en la gestión de la Universidad, que se suponía  estaba extinta con la creación del sistema de Gobierno  que representaba el Consejo Superior, afectó su marcha, pues dio lugar a que escuchando a su Presidente, el Gobernador Humberto Silva Valdivieso, y dando por buena la campaña que realizó Hernando Cáceres Sanmiguel (Low Maus, 2002) en favor del cese del rector para quitar de en medio a un supuesto comunista que estaba haciendo proselitismo para su causa, se procediera por mayoría, lograda con los  votos de los consejeros ajenos a la Universidad, que contó con la oposición de los representantes de los profesores, los estudiantes y los ex alumnos,  a no renovar el contrato de Low. Todo parece indicar que la buena relación que este mantuvo con una directiva de la AUDESA de claro sesgo izquierdista se interpretó como una identificación con esta clase de ideas y se usó esta interpretación como argumento para justificar su cese. En esta oportunidad le fallaron al doctor Low sus cálculos pues sintiéndose en buena estima y respaldado por todos no puso en marcha una campaña para obtener los apoyos necesarios para su reelección.
De todo lo anterior emergen claramente como pilares fundamentales de la UIS las administraciones de Pinzón Neira, Massar, Álvarez Cerón y Low Maus, esta última sobresaliente por la amplitud y la profundidad de sus logros. Emerge también la importante contribución de sus alumnos y exalumnos en la construcción de la entidad, en especial la de sus diez y nueve alumnos fundadores y las de Guillermo Camacho Caro, Roberto Sepúlveda Lozano y Luis Eduardo Lobo Carvajalino. Son destacables también las contribuciones de los profesores  José Álvarez Cerón, Fernando Mejía Valenzuela , Ciro Duarte Pacheco, Jorge Amaya Pulgarín y Jaime García Arenas vinculados a la Universidad desde sus comienzos, las de los Decanos Fundadores Lelio Martínez Villalba, Alfonso Penagos Mantilla y Hernando Pardo Ordóñez, y también las de los decanos de las nuevas facultades, que se pusieron en marcha después, Juan Francisco Villareal en Petróleos, Ciro Duarte Pacheco en Metalurgia y Guillermo Camacho Caro en Ingeniería Industrial. Emergen también con claridad las importantes y decisivas contribuciones de todos los profesores extranjeros, en especial las de Federico Mamitza (Schafer, 2016), Jakob Seib (Mejia Otero, 2016), Werner Küenzel, Guido Burzi, Antonio Casciello (Mejia Otero, 2016) y Juan Ramírez Muñoz, y, por último, y no por ello menos importantes, las del personal administrativo dentro del cual se destacan los nombres de Luis Serrano Gómez, Silvia Mutis de Uribe y de Guillermo Strauss.
Son todos ellos, al igual que algunos colaboradores cuyos nombres se me escapan, merecedores del aprecio, la admiración y los agradecimientos de Colombia, de Santander, de Bucaramanga y de la comunidad universitaria, por su efectiva y generosa contribución para poner en marcha y darle forma, superando toda clase de dificultades, a ese bello ideal de educación y de progreso que la UIS ha representado.
                                             EPILOGO
Si ahora dirigimos nuestras miradas hacia la UIS contemporánea, podremos comprobar el desarrollo que ha alcanzado. También podremos observar que su proyección hacia el exterior y su influencia han sufrido menoscabo como resultado de enfrentamientos internos asociados a luchas de poder entre quienes aspiran a los cargos que existen, muy especialmente el de Rector. A este clima contribuye decisivamente la reglamentación existente, que establece que su nombre debe escogerse de una lista de candidatos que tienen que ser colombianos de nacimiento y además miembros del profesorado, eliminando así la oportunidad de que participen en ella personajes de otras partes del mundo o colombianos ilustres que no sean profesores y alimentado los apetitos de poder. Respetando mucho los elementos del raciocinio a que dio lugar esta reglamentación, opino que, reflejando el mundo cada vez más globalizado en que vivimos, la tradición de apertura hacia el exterior que ha caracterizado a la UIS y en aras del buen gobierno de la entidad, esta exigencia se elimine por acto del Consejo Superior, la máxima autoridad que rige sus destinos. Invito a todos mis lectores a que manifiesten ante esta entidad sus opiniones al respecto para crear así una fuerte corriente de opinión que conduzca a este cambio.



                                          BIBLIOGRAFIA

 

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