lunes, 27 de septiembre de 2021

Hermoso poema de nuestro compañero Antonio Aljuri 


CANTO A LA VIDA

Sueños y anhelos.

 Voy cantando, voy sonriendo, los quebrantos superando y al cielo voy llegando.


Así es la vida, nacemos, nos crían, nos modelan y nos dejan; ensillamos el corcel educativo y galopamos y corremos, nos cansamos y seguimos, no hay descanso, el reloj marca el paso del tiempo y seguimos caminando y sonriendo, los temores apagando.


La juventud llega, disfrutamos, estudiamos, nos casamos, nos graduamos, trabajamos y una familia formamos.


En unión familiar progresamos, triunfamos, viajamos por el mundo, amamos y somos amados, alcanzamos las metas que anhelamos, somos fuertes, somos familia, disfrutamos de los triunfos que unidos logramos, libamos y cantamos.


Subimos la cuesta de los años y cae nieve en nuestra cabellera, escasa pero suave, fina y plegable, despeinada al viento y bien cuidada, pero al paso de los días, disminuida y escasa, de cabeza reluciente y, entonces, brota la inteligencia y da sus frutos, nos graduamos en las experiencias de la vida cognitiva. 


Que belleza: somos el futuro en el presente y el pasado en la mente cristalina, como el agua danzarina. Somos ríos o riachuelos según nuestros anhelos. Llegan los trofeos de oro y plata, o de cobre, si aflojamos.


Así es la vida, retadora y difícil, pero manejable con ajustes y desvíos por caminos de esperanza y logros de diversa variedad y calidad, al tenor de los sabores resultantes, agrios o dulces, al compás de la música tocada.


Somos directores de nuestra propia orquesta y compositores de la letra, que seguimos día a día, hora por hora a cada instante que gozamos o sufrimos. Actuamos en el rol de nuestra vida, y somos artífices del mañana que pensamos. La sugestión pesa, amanece más temprano y celebramos el día soleado, ¡disfrutamos!


Sí, nosotros creamos el mañana, tejemos el futuro y cosechamos lo que sembramos; no cogemos los frutos vecinales sino los que produce la tierra que labramos.


Llegamos lejos, muy lejos, en las metas alcanzadas. Los hijos han crecido y construido sus hogares. Los nietos nacen y de pronto somos abuelos y bisabuelos; disfrutamos de sus bromas y sus progresos, se gradúan y trabajan y triunfan o fracasan. 


Son sus cualidades adquiridas, con virtudes o defectos que les hemos trasmitido. forjamos sus vidas y futuros; serán de acero o de hierro al calor de la forja que encendemos y avivamos o apagamos lentamente, después que templamos como aceros las espadas de lucha que les damos.


En nuestro caminar por bosque y senderos de la vida, envejecemos y sentimos el paso de los años reflejado en nuestros rostros, con huellas marcadas pero dignas de mostrarse y gozarse. Somos viejos, muy viejos, pero fuertes y curiosos, inquietos, estudiosos, agradecidos y … soñamos.


El último tramo de la vida que, por ventura transitamos en familia, acompañados, con la amada, abrazados, mutuamente protegidos, nos permite leer el libro que hemos, con los años, dibujado e ilustrado con vivencias de variados sabores y colores y letras grandes y pequeñas del verso o la prosa que escribimos. 


El lapso que nos falta, corto o largo, según se ha vivido, según se ha comido, se ha dormido, se ha bebido, de copas disfrutado, y de alegrías, el alma, atiborrado. 


Vivimos de ilusiones que cristalizamos, realizamos. Tenemos fe y llenos esperanza caminamos por la vida.


Hemos sonreído y llorado con lágrimas que han brotado de pena o jubilo, pero que han limpiado los errores cometidos.


Qué bello es recordar, para vivir de nuevo, hollando otro camino, mas florido y emotivo. El carrusel gira y las imágenes aparecen refulgentes u opacas que vemos y gozamos o sufrimos, como todas las cosas del alma peregrina. 


Volvemos a ser niños y reímos y jugamos, rendidos, nos dormimos hasta un nuevo amanecer, que logramos al calor de un nuevo sol. Ya vamos haciendo camino, llegaremos un día. Los frutos maduran y mejoran, se endulzan y degustan en el banquete de los años transcurridos.


¡Así es la vida!, ya nos acercamos a las proximidades del cielo y entre nubes divisamos a San pedro con las llaves esperando para abrirnos el portón del infinito, del cielo azul tan anhelado.


 Vemos ángeles cantando en coro religioso, místico, esplendoroso, haciendo calle de honor a los que llegan; eso esperamos cuando suene el clarín y despeguemos en viaje celestial, tan temido y esperado.


 A las puertas del cielo, sin duda, llegaremos. No hay prisa, todavía disfrutamos de la vida y de sus galas; allí estaremos: ¿cuándo?: Dios dirá.


    AAA

              25-09-2021