ELUCUBRACIONES
CRITICAS
Por
Antonio Aljuri
Ingeniero
UIS, Bachiller del Colegio de Santander de Bucaramanga, Promoción de 1955
RELEXIONES
AL TENOR DE UNA CRISIS VIRULENTA
OPTIMISMO,
FE Y ALEGRIA
En estos días, por fuerza mayor, nos ha
tocado en suerte vivir una época de incertidumbre y de preocupaciones que nos
invaden sin esfuerzo y sin medida; somos influenciables y vulnerables ante la
fuerza de la naturaleza que se resintió del maltrato que ha venido recibiendo del
hombre cuando manipula las herramientas del progreso y hace mal uso de los
recursos naturales por cuenta del desperdicio.
Nosotros,
los humanos, en la medida en que vivimos, en que avanzamos, somos los
principales depredadores de la naturaleza:
a) --desviamos los
cauces de los ríos, b) --extraemos en forma voraz y de manera rustica sus
recursos vegetales y mineros, c) --contaminamos el medioambiente en que vivimos
con la Polución, d) --agotamos los recursos naturales. e) --destruimos los
ecosistemas para crecer las áreas urbanas, f) --agrandamos el “agujero de la
capa de ozono”, con sus consecuencias de la “radiación
ultravioleta”, perjudicial para la salud de los seres vivos.
Las
noticias de prensa, radio y televisión hablan a diario del incremento
progresivo de la Deforestación por la mano del hombre, que aumenta la
cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera por la tala de bosques
orientada
a la obtención de más áreas cultivables, destinadas a producir forraje, y
nuevos potreros de cría y levante de Ganado, que es un gran generador de gases
de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso
(N2O), y el metano (CH4) (que se produce de manera natural como parte del
proceso digestivo del ganado).
Es
muy comentado que “el sector ganadero genera más gases de efecto invernadero,
medidos en su equivalente en dióxido de carbono, que el del transporte". Dicen que la ganadería es, además, "una de las
principales causas de la degradación del suelo y de los recursos
hídricos". ¿Quién detiene este deterioro?, ¿es posible hacerlo?, Quien le
pone el cascabel al gato?
El buldócer no se detiene en su afán de darle al sector agropecuario salidas
carreteables para el transporte y la comercialización de sus productos a los centros
de abasto, que surten las necesidades de una población que crece pasivamente y que
debe ser proveída y alimentada.
La industria de las chimeneas contamina en gran
escala, pues queman combustibles fósiles, carbón, petróleo y sus derivados,
gasolina, ACPM, fuel oíl, etc. El progreso no se detiene. Toda actividad
antropogénica contamina. El hombre vive a expensas de la naturaleza que
produce y sufre.
No paramos en las actividades contaminantes del medioambiente
y de la tierra, del aire que respiramos. Destruimos los espacios verdes y
selvas vírgenes, que nos oxigenan. Todo esto es parte de la vida diaria. Se
percibe un desprecio a la abundancia que recibimos de Dios en nuestra creación.
¡El hombre es su propio verdugo!
Somos contaminadores impenitentes y, para rematar,
regamos la tierra de residuos nucleares, químicos, biológicos y plásticos,
muchos no “biodegradables”; contaminamos los hábitats naturales de fauna,
marina y terrestre, el aire que respiramos, el agua de los ríos, la tierra
fértil y los mares y vamos en camino de destruir el planeta.
Es un círculo
vicioso, una situación recurrente, que se repite
constantemente. El progreso, parece, solo se logra destruyendo la naturaleza,
que se resiente y grita; su protesta se siente en el mundo entero. Ya sabemos
cómo y de qué manera. No hay marcha atrás. Hay que capear el temporal. Vendrán,
eso esperamos, mejores días, ¡Dios mediante!
Con cada paso que damos perdemos oxígeno,
agotamos fuentes de vida, maltratamos los suelos y los microorganismos que los
nutren; somos depredadores de nosotros mismos, de la flora y sus diversas
especies, sin tener conciencia de ello, como impelidos por una fuerza extraña,
autónoma, un frenesí que no nos deja pensar, reflexionar, ni meditar en el daño
que hacemos. No obstante, el mundo sigue su marcha destructiva, nada lo
detiene, hasta el colapso final. ¡salvémoslo!
Cada día que pasa, a este ritmo
devastador, crece la entropía de la naturaleza, se agotan los recursos
naturales, sube la temperatura del mar y se estimula su reacción defensiva; ya
sentimos sus efectos.
Esta época de pandemia es apropiada para
reflexionar en cual ha de ser el comportamiento individual y colectivo de
nuestra sociedad que, inconscientemente, quiere ser salvada de su poder letal,
su apocalipsis. ¡Es
el precio de vivir, que le vamos a hacer!
Es momento de “queremos
más” y de disgustarnos menos, de
ser más tolerantes, de actuar más como la palmera que se pliega al viento
sibilante y huracanado, que como el roble que no se conmueve ante la fuerza
inmensa de la tempestad que ruge, así lo derribe de raíz.
No vacilemos en sentir más empatía hacia
el prójimo, cercano o lejano, y de entenderlo mejor, antes de juzgarlo y
vituperarlo.
Por salud y bienestar, hay que perdonar y
deponer armas y resentimientos, nuevos y añejos y rejuvenecer el alma para
sentir paz y alegría y ver, en tonos de verde esperanza, un nuevo, soleado y
bello amanecer. ¡con un nuevo aliento optimista en la vida, se alcanzaría
a ver, muy de cercano, un horizonte claro y venturoso!
Es preciso y conveniente, en un acto de
profunda convicción y mística religiosa, dejar, ya, de rumiar la ira y la
amargura y de quemar en incienso los viejos rescoldos de insanos pensamientos,
escozores y recelos, pues, es sabido que, donde hubo odios y resentimientos
cenizas quedan, las que, por limpieza del alma, se deben esparcir al
viento, para que la brasa no se reavive.
Llegó la hora de ayudarnos mutuamente para
sobrevivir y avanzar por el camino de verdes sentimientos, al amparo generoso y
calórico del sol del mediodía que alienta la vida. ¡Seamos
humildes y solidarios!
Generemos Empatía para entender mejor los
problemas y sufrimientos de las personas en
condiciones de discapacidad física, no simulada, que encontramos a lo largo del camino por el
que transitamos e imploran por una ayuda, una limosna, un óbolo caritativo; ¡entendámoslas
y ayudémoslas!, si nos es posible y encaja en nuestra
manera filosófica de pensar al respecto,
en la medida de nuestras posibilidades de contribuir, con dinero, que
generalmente es la forma usual de manifestarse ante la necesidad de
satisfacción de sus necesidades básicas
en déficit, por situaciones vivenciales de diferente índole que inciden en su
desventura.
Sembremos vida,
sembremos árboles y cultivemos plantas en el hogar para que adornen nuestros
espacios, los lugares y predios en los que vivimos, muchos, por cierto,
desprovistos de áreas verdes y de flores, de alegría vegetal ornamental.
Sembremos árboles y plantas que nos
alegren, que nos provean del oxígeno vital y, además, estimulen en nosotros el
“ecologismo”, movimiento verde o ambientalista que busca dar prioridad a los
ecosistemas y a las especies sobre los individuos depredadores de los recursos
naturales y sus apetitos de progreso, sin responsabilidad humana.
Los mercaderes, digamos mejor, los “Mercachifles”,
destructores de la naturaleza, que alteran irreversiblemente los ecosistemas con
prácticas no ortodoxas como minería ilegal, la deforestación, los incendios
provocados, la introducción de especies extrañas, la caza abusiva (cuando se
matan más animales de los que nacen) y la contaminación por productos
pesticidas utilizados en los cultivos, entre otras, actúan sin la perspectiva ética de un desarrollo sostenible
orientado a la protección y preservación del medio ambiente, previniendo la
extinción de especies animales y vegetales, no tienen otra finalidad que el
lucro personal, simple y llano, frio y con visos intensos de inmoralidad y mucho
de dolo.
¡Cuidemos y hagamos buen uso de los
recursos Naturales! ¡No dilapidemos ni contaminemos! ¡¡Desarrollo
Sostenible! es la meta que debemos imponernos,
en lo que sea de nuestro resorte y a nuestro alcance!
Los cerros que rodean pueblos y veredas,
pulmones de oxígeno, son devastados para dar paso al cemento y/o pavimentos,
con su destrucción urbanística, arrasando zonas verdes y arboledas para
demarcar y crear ciudades que se extienden acromegalicamente, desordenadamente.
Destruimos naturaleza para generar el caos de la sobrepoblación y sus
necesidades, cada vez más apremiantes, que crean cinturones de miseria,
cuyos efectos ya conocemos, también.
Tratemos de vivir, en lo que nos concierne
y está a nuestro alcance, en equilibrio con los ecosistemas naturales.
Generemos menos contaminación, desperdiciemos
menos comida;
preparemos solo las porciones que hemos de disfrutar, pues, si sobra, va a la “caneca”
de la basura de los biodegradables, mezclados con los inertes (no
discriminados) que crecen las pilas de los botaderos oficiales o ilegales, con
su carga peligrosa y sus lixiviados que envenenan aguas de riachuelos quebradas
y ríos, antes cristalinos y puros.
Es momento de “reconstruir” las
estructuras del alma profunda,
para lograr un mundo mejor en nuestro entorno, y en nuestros corazones, que sea
más afable, más amigable, y más estable, en el cual nos sintamos agradados,
agradecidos y confiados en un mañana más fraterno, luminoso y con intensidad
familiar rutilante, esplendorosa.
Respetemos y protejamos el medioambiente
en general y, en especial, el “microambiente familiar”, que es el
“núcleo sensible e irritable”, sin confrontaciones nacidas de malas
interpretaciones, o gestos de rebeldía, refrigerando episodios vividos de
no grata recordación, o por posiciones de orgullo infundado, que crean
discordia. Seamos resilientes. Perdonar produce
un íntimo deleite y una paz celestial.
Es tiempo de estrechar los “lazos
familiares” que, como un “cordón de Plata”, con hilos
impregnados en bálsamos que Dios ha bendecido, de profundo significado
emocional, hemos tejido a través de los
años, y de nutrirnos de la savia que se extrae del “árbol familiar”, que
es el más frondoso y el que más sombra cobija y del cual podemos cosechar
eternamente, los mejores frutos, los más dulces, los más jugosos.
Estos son “elucubraciones
críticas”, circunstanciales, técnicas y filosóficas,
de un “viejo pensador” que el tiempo ha venido agotando,
pero que lucha, día por día, por no dejarse vencer ni por los desafectos
ilusorios, ni por los temblores febriles de los espíritus en conflicto, ni por
las olas de aguas embravecidas por el impulso de los malos pensamientos que nos
rondan, ni de la ingratitud que lastima, y que se da silvestre. El tiempo
apremia, no dejemos de hacer lo que nos alegra el alma y nos une. Los
escalones al cielo se vislumbran en la claridad del sol que nos alumbra,
todavía.
Un mensaje de
Optimismo, fe y alegría en esta época de Crisis.
En
nuestros corazones siempre habrá, después de una noche tormentosa, el despunte
creativo de un bello, florido, multicolor y soleado amanecer del nuevo
día, que nos ofrecerá, para nuestro consuelo y esperanza, el “cuerno de la abundancia espiritual”, que nos proveerá de altas dosis de
elasticidad emocional, paz y alegría ante las contingencias de la
incertidumbre que pueda persistir con su miedo irracional y sus pensamientos
apocalípticos.
La
noche, larga, azarosa y eterna solo podrá existir en un mundo metafísico, con
su impenetrable e insondable oscuridad, que “se interesa en algunos aspectos de
lo real que son inaccesibles para la ciencia como una forma de pensamiento
o filosofía que escapa a toda experiencia sensible”
Nada
es, ni será, superior a nuestro deseo de vivir en armonía con la naturaleza
verde y productiva del optimismo que debe reinar entre nosotros como familia, en
círculos de amistad estudiantil, en grupos de “viejos amigos”, con “amigos del alma”, entre vecinos de conjuntos residenciales y como
país, entre coterráneos, o en el exterior, como compatriotas con fiebre de
nostalgia, de un mundo globalizado, al alcance de la tecnología de las
comunicaciones que nos acerca y une, de manera fácil, naturalmente.
¡Compartamos Optimismo! ¡Siempre hacia adelante,
con paso de vencedores!
ANTONIO
ALJURI
Bogotá, 16-04-2020.